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Esta
iglesia siempre ha constituido un hito para la Isla, pues desde
su fundación ha sido y será lugar de referencia para todos los
que vivieron, vivimos y vivirán en esta bendita tierra -le
comentaba a mi amigo Marcos cuando contemplábamos embelesados a
la Patrona de las Marinas de España (desde 1901) y (desde 1922)
de nuestra querida Isla.
La fundación del Carmen en la Isla se debe a la iniciativa del
santanderino D. Juan de la Isla, religioso carmelita de corazón,
el cual acepta ser nombrado Obispo de la diócesis por obediencia
a su confesor carmelita en Toledo, pero no sin antes obtener la
promesa de los superiores de la Orden de una fundación en su
primera diócesis. Tras su toma de posesión el 14 de mayo de
1678, el nuevo obispo se encuentra con la dificultad, tan
favorable para los intereses de nuestra tierra, de que por
decreto de los regidores de Cádiz, la fundación que se
estableciese en la ciudad había de ser de la Orden de los
Mínimos de San Francisco de Paula.
Como seguía en el empeño, y gracias a la visita pastoral que nos
realiza en abril de 1679, tiene el Padre Isla, y por boca de su
Vicario D. Sancho, la precaria situación religiosa de sus
feligreses, por lo que decide adquirir una extensa heredad casi
perdida y abandonada en medio de la Isla para su anhelada
fundación, por lo que abona a su dueño, el Presbítero D. Mateo
Amador, la cantidad de 1.000 pesos y al Duque de Arcos, como
señor de la Isla, una renta perpetua de siete ducados al año.
Aparte del dinero, la única petición de éste, es que la nueva
fundación llevase por titular a San Joaquín y Santa Teresa de
Jesús. Aceptada estas condiciones, y teniendo las cosas a su
favor, el Prelado escribe al General de la Orden y al Provincial
de Andalucía, Fray Antonio de la Trinidad, para que se llevase a
efecto su promesa.
Como respuesta a esta petición, a fines de mayo de 1680 llega a
Cádiz Fray Antonio con cinco religiosos procedente de diversos
conventos de la Provincia; el Obispo les cede la finca adquirida
y les regala 300 ducados de vellón para primeros gastos de la
fundación, y con su licencia los religiosos toman posesión de la
finca y se alojan, mal que les pese, en una pequeña casa que en
ella había y conocida como “la casa de los diablos” en junio de
ese mismo año. Antes de abandonar la Isla, crean la primera
comunidad nombrando como prior al P. Pedro de la Visitación.
Para colaborar en el proyecto, fray Antonio les manda al maestro
de obras Diego Carrasco y a los religiosos Fray Juan del
Santísimo Sacramento, conocido por “cien oficios” porque de
todos entendía, para ponerse al frente de las obras, y a Fray
Pedro de San Bernabé para la búsqueda del “mardito parné” que
tanta falta hacía.
Entre todos, y cada uno en su oficio, van poniendo etapas a la
fundación, y así ocurre que un día el prior Pedro de la
Visitación recibe en Cádiz la donación de una imagen de la
Virgen del Carmen, procedente de las Indias, como feliz augurio,
y en otra ocasión, el limosnero conoce a D. Limbiano Escalloso y
a su mujer, Doña María Octavia Riso, que se convertirían en sus
mejores protectores; de tal forma que en noviembre de 1680 se
bendijo e inauguró la primitiva y provisional iglesia,
trayéndose por mar y tapada la imagen de Nuestra Señora, que
desembarca en el Puente Suazo, la cual se lleva al Castillo y se
entrega a su corregidora Doña Josefa de Saavedra para que la
vistiese. Posteriormente partió en procesión hasta su nuevo
templo donde quedó entronizada. Aunque en 1687 se puso el
Santísimo, contando con las ayudas de sus protectores, se
prosiguen las obras para el convento e iglesia definitivos con
tal dedicación y de tal forma que estos se pudieron inaugurar el
2 de febrero de 1733, fecha en que se celebró la solemnísima
dedicación del nuevo templo por el Obispo de Cádiz Fray Tomás
del Valle. El maestro encargado de las obras, tanto de la
iglesia como del convento, fue Juan de San Román.
Nueve días duraron las fiestas de la inauguración, que
comenzaron con una solemne procesión general con las imágenes de
los santos reformadores del Carmelo y de la de Nuestra Señora
del Carmen titular indiscutible de la nueva fundación.
La actual iglesia del Carmen (38 X 20 m) tiene forma de cruz
latina con tres naves. La central se divide en cinco tramos por
medio de pilares a los que se adosan pilastras toscanas. El coro
se sitúa en alto a los pies de la iglesia ocupando los dos
últimos tramos, prolongándose hasta el crucero en forma de
tribunas. La cubierta de la iglesia se realiza por bóveda de
cañón, dividida por arcos fajones en la nave central y por
bóveda de arista en las laterales. En el crucero y colocada
sobre pechinas se sitúa una bóveda semiesférica; dichas pechinas
albergan cuatro óvalos con las pinturas de los evangelistas.
En el lado del Evangelio, en uno de los brazos del crucero se
sitúa la capilla del Sagrario, dedicada en la actualidad a
Nuestra Señora del Carmen; es de planta ochavada formada por
cuatro arcos con cúpula semiesférica.
En la fachada encontramos una mezcla ordenada de elementos
barrocos y neoclásicos, como corresponde a su época de
construcción de principios del siglo XVIII. Su estructura está
formada por dos cuerpos. El primero es la fachada principal, y
el segundo lo forman la torre de campanas y el frontón
triangular. Verticalmente se dividen en tres, siendo el cuerpo
central de doble anchura que los laterales. Los elementos
barrocos de la fachada son numerosos como los frontones
circulares que coronan las ventanas y la hornacina, todos
rematados por pináculos. La puerta de ingreso al templo, fechada
en el primer cuarto del siglo XVIII, se realiza mediante un arco
de medio punto flanqueado por pilastras sobre las que corre un
entablamento rematado por un frontón triangular partido,
adornado en sus vértices por pináculos. El centro de esta
composición lo ocupa una hornacina con la imagen de la Patrona,
de tal forma que ésta sea centro de atención de los que pasan
ante ella. Esta imagen, realizada en mármol, es obra de Cayetano
de Acosta realizada en 1748.
La superficie lisa de los cuerpos nos introducen en el estilo
neoclásico, así como las pilastras incrustadas y la simetría,
proporción y sencillez de los elementos arquitectónicos. El
frontón es de forma sencilla y presenta un pequeño remate al
vértice. La torre de campanas, más que una espadaña, es de dos
cuerpos y ajustada a las dimensiones del cuerpo lateral.
La entrada al convento estaba haciendo esquina con la iglesia,
aunque, desgraciadamente, ya no existe, fue realizado en 1724
con piedras de Sancti-Petri, estaba organizado estilísticamente
como la iglesia, con detalles muy barrocos. Constaba de dos
cuerpos, el primero formando por pilastras con un vano
adintelado en cuya clave central estaba el escudo de la orden.
El segundo cuerpo lo formaba una curiosa hornacina en forma
cóncavo-convexa destinada a contener una imagen. La fachada la
remataban los típicos merlones tan característicos en la Isla.
Como del interior hay que hablar mucho y el calor aprieta, amigo
Marcos, coge tu cámara de fotos y vamos a dejar este paseo por
hoy. Lo continuaremos -fotografías incluidas- en un próximo
número de la revista.
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