Quiero hallar en tu risa,
si me dejas que adore tu hermosura,
ese rictus vivaz del alma pura
que enardece mi aliento.
Quiero hallar y observar en tu mejilla
como un rayo de luz, la maravilla,
de tu rostro sediento
y en mi amor, soñoliento,
dormitar con la imagen producida
por tu llama gentil siempre encendida.
Yo sé que te conozco. No sé cuándo
he sentido tu cuerpo entre mis brazos.
Son tal vez los zarpazos
se esa luz que tu amor me está acercando
alumbrando tu rostro, enamorando.
Atado por los lazos
que han cruzado tu alma con la mía.
Adivino, mujer, cuando amanece,
que esa luz que da Dios tuya parece
cual si fueran tus ojos mi agonía.
Sólo quiero encontrar ese semblante
con su brillo fugaz a cada instante.
Tus ojos me pusieron
una brasas de fuego y de dulzura
y los labios se unieron
en la viva pasión de una aventura
tan feliz como humana.
Y el crepúsculo azul de la mañana
desnudó tu belleza
con la sed del amor a esa pureza
de una noche tan vana.