Las madrugadas nacen
siempre fecundadas,
sin tiemblo, desnudas de la sombra,
con mensajes de yerbas
y cinturas,
como un sueño encendido
o una permanencia resurgida
del fruto y de la estrella.
Y se deslizan cantos,
y se mudan los tiempos,
y el árbol se adelante a las señales,
y se oculta el abrazo inconseguido,
y a lo lejos,
sonidos aún adolescentes
se acercan como un río
abierto en la memoria,
semejante a un amor no detenido.
Somos, entonces, vida nuestra,
totalmente rotunda,
-avara del aliento, inderribada-
vencido ya el dolor y los cansancios.