«...y los discos son una farsa del recuerdo.» (Zoe Valdés, La nada cotidiana).
Esta tarde de domingo no quise salir de casa
y decidí
poner unos viejos discos en mi viejo tocadiscos:
los discos de treinta y tres y un tercio revoluciones.
Discos de blues
mezclándolos con algunos otros, antiguo, de jazz.
¡Ay, qué mal hice!
No por estar rayados de tanto y tanto ponerlos.
No fue por eso.
Fue porque volvieron todos los recuerdos del ayer.
Con cada fuerte lamento de los saxos o trompetas,
con cada queja
de un clarinete,
sentí dentro la tristeza volver a mi corazón.
Hasta el sonido del piano retumbaba en mi cerebro
como una pena
que volvía hacia mí resonando en los cristales
de mi despacho.