Compañero pacifico, monarca de la espera.
Pasa tu mano ya por mis pestañas,
vuélvete a mí, vayamos de la lucha a los sueños,
tú, que todo lo encalmas cuando llegas.
Llegas tú silencioso, como ciervo gigante.
Llegas, y se reposan las nubes y las charcas.
Apareces soberbio, como un golpe de espuma
y mi frente ensanchada recoge el universo.
Tú concretas la tarde y ahuyentas los ruidos,
compañero apacible, paz de mi noche oscura.
Tu paso ordena el mueble, la sábana se esponja,
purificas el humo, mi gran desinfectante,
no sólo a mí me abrazas con tus brazos redondos,
no me besas tan sólo, me apaciguas, me ciegas.
Tu madera es la puerta donde a la paz me arrojo.