He subido, sin vanidad ni pedantería, a visitar el Olimpo de los
dioses y me he quedado anonadado del lugar tan maravilloso que
poseen, claro para eso son dioses, se nota y mucho su clase y
condición. Es un lugar acogedor, con sus jerarquías establecidas
como en la Tierra, aunque su sistema es más flexible y en sus
devaneos amorosos, los dioses y las diosas no tienen ningún
prejuicio humano, tanto social o familiar, ellos disfrutan del
sexo-virtual, que según ellos es más placentero que el que
realizamos los humanos, que nos basamos mucho en el físico.
Su sexo-virtual es más sensual y más creativo e innovador y
juegan con las palabras amorosas, con sus sentimientos y
pensamientos oníricos que dulcifican a través de sueños
reparadores de varios días, aquí no existe la noción del tiempo
terrenal... y no se distingue el día, ni la noche, pero no les
importa, están acostumbrados a vivir sin prisas, ni estrés, ni
horarios como los humanos.
Aquí los dioses tienen toda la eternidad y por eso nunca mueren
físicamente y se reencarnan con sus poderes sobrenaturales en
cientos de criaturas para pasar por una experiencia humana
limitada y se dan cuenta de que es un soplo la vida terrenal y
se ríen de los hombres, pendientes cada uno de los afanes que el
día les propicia y no viven la vida, no tienen tiempo de
saborear los dones de la vida, todo lo bueno que encierra un
minuto vital.
Desde el Olimpo de los dioses lo veo todo con objetividad, mi
corazón se relaja, mi mundo interior se conmueve y se regodea de
convivir con los dioses.
Aquí no existen las envidias, los recelos, esto es un paraíso
natural, donde las lacras sociales humanas no existen, es un
mundo de ensueño donde reina la armonía, la moderación, el amor
y donde los sueños se cumplen con sólo pensarlos y eso es
fantástico, que los deseos se cumplan, porque queremos que
siempre todo nos vaya bien y gozando de salud y felicidad...
Eso sí, la única pega es que, como estamos en el Olimpo de los
dioses, los días se hacen eternos...