Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 2002 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces

Nos referimos hoy en nuestra Revista al famoso Adalberto Britos, excelente persona, que poseía, como única propiedad efectiva, una valiosa colección de cartas de Reyes, Jefes de Estado, Príncipes de sangre, de la Milicia y de la Iglesia, así como de personalidades de gran relieve en las Letras, las Ciencias y las Artes, ministros, embajadores y hasta del secretario general de las Naciones Unidas. El amigo Britos se caracterizaba por lo desaliñado de su persona: uniforme, que en sus tiempos fue azul y que fue tirando a pardo; cuello y corbata en el último tercio de su vida; zapatos rojinegros con los tacones «comidos»... Quien esto escribe coincidió con esta figura isleña, cien por cien representativa de la bohemia, en uno de nuestros buques; y un día, con su clásico despiste, pretendía salir a tierra con traje azul, zapatos blancos sin calcetines, una imitación de cuello duro hecho con papel de barba, y, naturalmente, sin camisa. ¡Un verdadero facha!

Para darnos una idea exacta de este tipo original, voy a referir lo que él llamaba un «pequeño detalle», fruto de lo elevado de sus pensamientos, que, según propia confesión, estaba muy por encima de las cosas vulgares.

Un día que se hallaba comiendo un bocadillo de chorizo, le llamó su jefe con urgencia para que le hiciese una cura, y el ATS, con las prisas y el despiste, metió el bocadillo en la bombona de la gasa y salió como una bala dando tumbos por cubierta. Lo que pasó fue singular, pues al sacar ante el comandante-jefe, que era de los llamados «de papillo y berruga», varias tiras de gasa, salió también el chorizo y allí se armó la marimorena.

Pero la verdadera forma de ser de Britos la acusaba la colección de cartas de las más altas personalidades nacionales y extranjeras, a quienes se dirigió con cualquier motivo, y que mostraba orgulloso como el más preciado de sus tesoros; porque, ¡eso sí!, a ese hombre desaliñado, en cuanto a finura y cortesía, no había quien le igualase.

El más importante triunfo epistolar de este isleño, fallecido ya hace unos años, fue el que él presentaba a sus amigos radiante de felicidad: carta del secretario general de las Naciones Unidas, acusándole recibo de una moción sobre modificaciones que pudieran introducirse en la Cruz Roja Internacional y cuyo trabajo fue fruto de varios años de estudio y desvelos de este genial cañaílla.

¡Cualquiera diría que Adalberto Britos, con su facha extravagante era capaz de llamar la atención de tantos personajes!

Y sin embargo, a bordo del buque donde desempeñaba su actividad profesional, era un tipo singular, que se prestaba al pitorreo por el abandono de su persona. Pero, eso sí, era un verdadero profesional, aunque despistado.






 

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