Todos los humanos estamos llenos de imperfecciones, porque
fuimos creados así, con nuestras virtudes, con nuestros defectos
y con nuestros errores cotidianos y la persona que se crea
superior a los demás o aspire a la perfección es un egocéntrico
perdido o lo va a pasar muy mal en su intento. Con fuerza de
voluntad se puede conseguir hacer las cosas lo mejor posible y
no ser chapuceros y dejar las cosas a medias, aunque un
sobreesfuerzo laboral en ese aspecto, puede afectar enseguida
nuestra salud de forma alarmante. Los humanos tropezamos dos
veces con la misma piedra, no así los animales que con su
instinto no cometen dos veces el mismo error y aunque parezca
una paradoja, nosotros con nuestro cerebro pensante tropezamos y
caemos una y mil veces con la misma piedra u obsesión.
Los errores o los fallos van en consonancia, como casi siempre
todo en la vida, con la forma de ser de las personas y una
persona impulsiva o nerviosa quizás sea más proclive a padecer
accidentes laborales que otra que sea más tranquila o relajada,
aunque eso también es relativo, todo depende de las
circunstancias o del tipo de trabajo laboral que ejerzan esas
personas.
Algunas imperfecciones vitales se pueden solventar con
aprendizaje y con coraje al intentar conseguir un objetivo
utópico y que con la lucha cotidiana y el día a día constante se
logra ese sueño que parecía inalcanzable. La Humanidad siempre
ha progresado gracias a genios locos, que así fueron calificados
en su tiempo y que revolucionaron los adelantos científicos y
técnicos de nuestra civilización y esos proyectos utópicos se
convirtieron en realidad gracias al tesón de unos hombres y
mujeres no conformistas que desafiaron a su tiempo y a su
sociedad y que la historia les ha dado la razón y algunos casi
rozaron su perfección terrenal logrando un techo muy alto,
aunque esa bandera algún día se pueda superar con facilidad.