"¡Qué lejos ya la adolescencia hermosa
en que fueron tristezas, ilusiones,
cantos y soledad, todo una cosa!"
Leopoldo Alas Clarín
Leopoldo Alas Ureña, que firmó todas sus obras con el seudónimo
de Clarín, escribió pura y simplemente la mejor novela del siglo
XIX, y una de las mejores en lengua castellana. Sin embargo, la
obra de Clarín trasciende de la pura literatura para adentrarse
por los terrenos de la crítica y de las ideas en general. Fue
también excelente cuentista y polemista temible.
Leopoldo Alas tenía una gran personalidad intelectual que lo
llenaba todo, profundo conocedor de la naturaleza humana,
filósofo e historiador a un tiempo, literato de primer orden,
crítico de una pieza, moralista teórico y práctico, artista de
la palabra escrita, sociólogo que sabe penetrar en el alma de
las multitudes y pedagogo ilustre.
"Uno de los educadores de mi mente", decía Unamuno, que había
sido Clarín, pensador de vistas universales, nacido en Zamora el
25 de abril de 1852. Es nombrado catedrático de "Elementos de
Economía Política y Estadística" de la Universidad de Zaragoza
en 1882, y un año más tarde, catedrático de Derecho Romano de la
Universidad de Oviedo, donde vivirá hasta su muerte, acaecida el
13 de junio de 1901. Clarín se educó en el krausismo, fue
discípulo de Sanz del Río y dedicó su tesis doctoral de Derecho,
a Francisco Giner de los Ríos.
Alas, literato y filósofo, guardaba para Asturias su cariño más
hondo. Ella constituye el fondo -y el escenario- de sus
creaciones más originales y en las que vibra con más intensidad
la emoción estética: La Regenta, Doña Berta, ¡Adiós, cordera!,
Boroña y El sombrero del señor cura.
Clarín, temperamento místico y hombre de su tiempo, pensador
libre, vivió en los días de aprendizaje su batalla de la duda y
sufrió la dolorosa sacudida de la emancipación, experimentando
el desgarrón doloroso, inevitable de su ser tierno y romántico.
Leopoldo Alas fue el primero en ligar la revolución del 68 con
el nuevo renacer de la novela española, explicándolo a partir de
una mayor libertad en el pensar. Del krausismo, en el que se
educó, había heredado la tolerancia y, sobre todo, un ideal de
libertad, que las circunstancias sociales y políticas de su
tiempo, ponían en duda, de aquí que Clarín se refugie
rápidamente, en el sarcasmo, en la burla despiadada.
En sus estudios de la situación económica y social de Andalucía
y en su trabajo acerca de las huelgas de Gijón, se revela como
un sociólogo notable. Los remedios posibles en el estado social
los reduce a dos principales: mucha instrucción en los de arriba
y en los de abajo, y, como necesaria consecuencia, mucha
tolerancia y mucho altruismo. Leopoldo Alas era altamente
humanitario y simpatizaba, sinceramente con los pobres, los
desheredados, los enfermos.
La profundidad analítica, la agudeza de pensamiento de Clarín
harían de él, uno de los primeros críticos de la literatura
española del XIX, si este puesto no hubiera sido usurpado por el
de novelista. Autor muy poco prolífico, si lo comparamos con el
resto de los novelistas de la generación del 68, Clarín publicó
solamente dos novelas La Regenta (1885) y Su único hijo (1890),
y otros títulos de novelas cortas y de cuentos, como Pipá, Doña
Berta, Zurita, etc. Clarín, no era poeta en verso, pero fue
poeta, gran poeta aplicado a otros menesteres literarios. Según
Alas, la poesía era elemento esencial de la novela y no sólo de
la novela, de la literatura y del arte, de cuanto viva por el
espíritu y para el espíritu.
La Regenta es la obra cumbre del autor y la mejor novela de la
generación del 68. Es la novela de toda una ciudad. Oviedo, o si
se quiere Vetusta, aparece en la obra social y sicológicamente
recreada. Ninguno de los personajes de la obra -a excepción del
tenorio Mesiá- es independiente del medio en el que vive, el
autor sabe recoger y calibrar muy bien, las delaciones que
median y a veces determinan a los personajes.
Clarín, en La Regenta, puede pasar por naturalista, aunque no
caiga nunca en ningún exceso de mal gusto, puede pasar también
por impresionista, puede pasar también por humorista, pues el
autor es capaz del distanciamiento crítico... en una palabra,
Clarín, es un perfecto realista.
"Hay que volver a leer y releer -decía Unamuno de Clarín-, y
paladear, y digerir los escritos de aquel hombre tan
profundamente religioso, y comprensivo y sensitivo. Y español".
Y como nos dijo Clarín: "Lectores del alma mía / ya sé que por
mí diréis: / ojos que le visteis ir /¿cuando le veréis volver?"