Porque la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu,
y el espíritu contrarias a las de la carne, pues uno y otro se
oponen, de manera que no hagáis lo que queréis.
San Pablo: Gálatas, 5, l7
Gemelo cuerpo, viejo barco mío,
¿eres tú todo el yo que me espejea
el cristal y se sueña y se desea
eterna juventud como atavío?
No, que en mí suena el cauce de algún río
de aguas finas que espera su marea.
No, que hay en mí un rumor que aldabonea
de lejos y será aluvión tardío.
Gemelo cuerpo mío, ¿somos uno,
somos dos, o, quién sabe, no hay ninguno,
sino una sombra desdoblada y vana?
Gemelo cuerpo mío, que la muerte
venga ya con su espada muda y fuerte
a abrir en dos esta cuestión arcana.