"A España, donde crecí
estas hojas aún verdes
de un árbol desarraigado
Amor, el viento te lleve. "
Max Aub
Max Aub tuvo que dedicarse, naturalmente a muchas otras
actividades. Ser escritor, en el mundo hispánico, significa ante
todo tener que ganarse la vida de alguna otra manera. Fue
viajante de comercio, agregado cultural en París, guionista de
cine y burócrata "ilustrado" en México.
La fuerte y auténtica vocación de escritor es la que le ha
permitido a Max Aub sobrellevar todos los contratiempos que esta
arriesgada profesión lleva aparejados, tanto en España como en
México. "Lo que más me ha gustado -decía Max Aub- es escribir".
Max Aub es por popularidad, ambición y extensión de su labor uno
de los primeros y más importantes escritores del exilio, y no
sólo de allí. Realmente polifacético, disperso y abundante en
sus escritos (en México le llamaba Max Aún), destacando en la
novela y el teatro.
Max Aub nació en París por casualidad, el 3 de junio de 1903. De
padre alemán y madre francesa, se trasladó a España siendo aún
niño. Su experiencia fundamental, formativa es toda ella
auténticamente española, y española la parte más considerable y
decisiva de su obra literaria. Terminado el bachillerato, se
dedicó al comercio y recorrió España. Al llegar a la mayoría de
edad optó por la nacionalidad española, ya elegida por sus
padres. En 1936 dirigió en Murcia el periódico La Verdad; fue
agregado cultural de la Embajada española en París y colaboró
con Malraux en la película Sierra de Teruel, basada en la novela
de este La esperanza. De ideas liberales, aunque sin adscribirse
a ningún partido, se vio obligado a exiliarse al término de la
guerra civil española. Pasó a Francia, de donde fue enviado a un
campo de concentración argelino, y allí permaneció hasta 1942,
año en que pudo marchar a México. Aub florece en la adversidad:
caso típico del hombre con vocación. Raro es el año en que el
"valenciano universal" no publique una, dos, hasta tres y cuatro
obras. Y así hasta que el 23 de julio de 1972 su corazón se le
paró para siempre en México.
"Es poeta -decía Rilke- el que no puede dejar de escribir
poemas". Max Aub no puede dejar de escribir. Contra viento y
marea, contra todo y contra todos, Max Aub no deja de escribir.
Empieza por escribir teatro experimental, en la España de
1923-24: El desconfiado prodigioso. Y, también, Una botella, El
celoso y su enamorada, Espejo de avaricia, Narciso. Su primera
novela es una novela epistolar Luis Álvarez Petreña. Como
Francisco de Ayala comienza por la novela "subjetiva", en que
los personajes son presentados indirectamente. Esta primera
novela es excelente.
Volver a empezar, borrón y cuenta nueva: esto es lo que el
sangriento borrón de la guerra y el exilio imponen a Aub. Y
volver a empezar bajo otro cielo, entregando el mensaje de
español atormentado a un público que pedía otra cosa. ¿Quién no
se hubiera cansado? Pero los esfuerzos de Max se redoblan; se
crece en el destierro, de su pluma sale un torrente de obras de
teatro, de cuentos, de novelas, de artículos y ensayos son los
Campos (Campo cerrado, dedicada a la preguerra en España, Campo
de sangre, ambiente de retaguardia y batalla de Teruel, Campo
abierto, cuya acción transcurre en plena guerra, Campo del Moro,
que relata las vicisitudes del ejército republicano, y Campo de
los almendros), Las buenas intenciones, ambiente familiar en la
preguerra, Josep Torres Campalans, novela sobre la vida de un
pintor ficticio, La verdadera historia de la muerte de Francisco
Franco y otros cuentos, La calle de Valverde, que describe el
ambiente madrileño en la dictadura de Primo de Rivera, El
zopilote y otros cuentos mexicanos, La gallina ciega, diario que
publicó después de su viaje a España en 1969 y que recoge las
impresiones sobre la sociedad española, Versiones y subversiones
y La uña y otras narraciones, viajes imaginarios que inauguran
una nueva realidad poética, y reunión de textos breves, sutiles
y corrosivos. Como dramaturgo produjo, entre otros títulos
Crimen, Espejo de avaricia, San Juan, tragedia que versa sobre
las persecuciones de judíos en la Alemania nazi; Morir por
cerrar los ojos, drama de la ocupación de París por los
alemanes; crítica muy dura, amarga, de una Francia que cierra
los ojos al peligro fascista, y, con ello abre las puertas a su
propia destrucción, Tránsito, trata del exilio, Los
guerrilleros, La cárcel, sobre la lucha política clandestina;
Las vueltas, Deseada y No, contra la segunda guerra mundial; El
cerco, homenaje al Che Guevara; Retrato de un general, visto de
medio cuerpo y vuelto hacia la izquierda, crítica de la guerra
Vietnam, y Enero en Cuba. Escribió algunos ensayos literarios
(Discurso de la novela española contemporánea) y realizó
diversas incursiones en el campo de la poesía, entra las cuales
se cuentan Yo vivo y Canciones de la esposa ausente, Hablo como
hombre y Antología traducida, colección de poemas atribuidos a
autores imaginarios.
En Aub la pasión y el talento van unidos, no se explica el uno
sin la otra. No hallamos ante un escritor serio, trágico incluso
a veces que no dejó de ser nunca un humorista. En el mundo
hispánico pocos han sido capaces de llevar tan lejos la broma
como Max. Claro está que cuando el humorismo va tan lejos enlaza
directamente con el sentido de lo absurdo. (¿Acaso no han creído
algunos que Kafka, era ante todo un humorista?).
Max Aub sabía arreglársela para que las dos máscaras del teatro,
la de la tragedia, grave y amarga, y la de la comedia, alegre y
sonriente, quedaran conciliada. Pero lo importante era seguir
siendo fiel a ambas, con una fidelidad propia del entusiasmo
juvenil -o del hombre cuya forma de vocación le impide vacilar
ante los complicados problemas que plantea la vida del
escritor-. Y como dice uno de sus personajes de Morir por cerrar
los ojos: "Y asido a esa idea fui descubriendo que era necesario
ayudar a su marcha y que, un muchacho como yo, debía
naturalmente desbrozar caminos e ir a la vanguardia".