Finalmente, el sueño había vencido el desvelo que lo atormentó
durante las primeras noches. Había comprobado, por primera vez
en su vida, lo largo que se puede hacer el negro insomnio
nocturno cuando la angustia y la desazón se adueñan de tus
pensamientos.
Marcelino era marinero desde los catorce años, Aunque se había
sentido prisionero de la ferocidad del mar durante muchas
ocasiones, no recordaba haber experimentado la cautividad tan
desesperante del remordimiento durante tantos días.
Jamás olvidará la primera vez que se enfrentó a sus compañeros
tras el desastre. Sentía pánico de que alguno recordara su
bravura amenazante jurando por su hombría con el hundimiento del
petrolero ése que amenazaba sus costas. Hacía unas horas, había
escuchado que las autoridades habían decidido alejar el barco
del litoral gallego, así que no dudó en fanfarronear de haber
ligado con aquella rubia el pasado fin de semana intimidando con
lo que sería, horas más tarde, la ruina de toda la ribera. Se
enteró del hundimiento por la radio, y maldijo sus presuntuosas
palabras de la noche pasada, pero, en esos momentos primeros,
sólo temía por su hombría, pues nadie se imaginaba la dimensión
del desastre.
Aunque dudó por unos instantes dar la cara en el muelle, cuando
se decidió percibió que la gravedad del asunto no podía permitir
a nadie recordar su bravuconada de la noche anterior. La
devastación que se avecinaba se convirtió, sin embargo, en la
pesadilla que le atormentaría muchos días. Marcelino se juraba y
perjuraba que aquel juramento había sido una chiquillada, pero
la ruina en las costas gallegas se prometía para años. Entre
tantos juramentos también solía ofrecer sacrificios si la
situación se enmendaba, y pasaba más horas de las permitidas
cogiendo el inacabable chapapote. Su tenacidad le está valiendo
el aprecio de todos sus colegas que se admiran de su fortaleza.
Ya han pasado más de dos meses y no pasa un día sin que hunda
sus manos y sus pies en el fango de la muerte. No puede dejar de
experimentar cierto remordimiento, pero la gravedad del tema le
avisa cada día que otros males mayores en nombre del dinero y de
la ambición son los verdaderos causantes de la devastación de
nuestro planeta.