Amunike II pesaba 145 kilos y 200 gramos, cosa que, por sí sola,
ya era de tener en cuenta, pero si además Amunike II tenía 26
años, era el Rey del Archipiélago de las Vainathu, tenía 7
esposas y 3.521 súbditos, y el Récord Guiness de reinar en el
país independiente de mayor índice de obesos del planeta, el
tema se convertía en noticiable, y propiciaba que todos los
meses varias cadenas televisivas desembarcaran en su palacio con
el fin de rodar algún reportaje curioso y exclusivo.
Y no es que a Amunike, de entrada, le preocupase en demasía su
peso, ni siquiera le molestara el curioso récord que ostentaba
su pueblo, pero cuando su octava esposa, Marainea, sucumbió de
anoxia aplastante en el coito real del desposorio, su Consejero
de Gobierno, Zunanco, le sugirió que quizás fuera llegada la
hora de que su realeza imperial se sometiera a algún tratamiento
dietético para aligerar grasas monarcales.
Después del velatorio de Marainea, a la que se certificó , con
enorme desparpajo por el Jefe de Hechiceros de la Casa Real,
muerte súbita, Amunike convocó a su Gabinete de Crisis, -formado
por la corte de hechiceros imperiales y el médico naturópata,
Dindonzu, formado en la Universidad de Canberra-, para tomar una
decisión regia respecto al tan espinoso tema de su obesa realeza
y de la de sus súbditos.
Luego de arduas discusiones, no exentas de insultos y de
advocaciones a los dioses naturales por parte de los hechiceros
regios, se llegó a la conclusión de que fuera Dindonzu quien
acompañara al monarca a un prestigioso y reconocido endocrino de
la vecina Sydney para un tratamiento adelgazante.
Y así se hizo: Amunike, y su fiel galeno Dindonzu, reservaron
habitaciones en el conocido Metropolitan Royal Hotel de Sydney,
mientras las Vainathu quedaban, como concesión política
imprescindible, gobernadas por Zunanco y los 6 hechiceros de la
Casa Real.
Y pasaron días, y meses, y hasta años, y mientras Amunike II y
Dindonzu aguardaban los efectos de las dietas prescritas por el
famoso endocrino de Sydney, -luego de cientos de análisis,
curvas ponderales, controles de tiroxina libre y circulante,
radiografías y resonancias, mediciones magnéticas del volumen
corporal graso, colesteroles asociados a la albúmina,
androsteronas y deshidroepiandosteronas sanguíneas derivantes-,
muertos de hambre y comiéndose el PIB de todo su pueblo en las
dos lujosas suites del Metropolitan Royal, Zunanco, y los 6
hechiceros asociados, dictaron sendos bandos de obligatorio
cumplimiento en los que se imponía a los súbditos de las
Vainathu, so pena de multa de 1.000 riales índicos, la dieta de
la mandarina y el plátano, que consiguió, en no mucho tiempo,
que la población del Archipiélago adelgazase, por des-consumo
energético obligatorio, una media de 30 kilos promediados por
habitante y cuerpo, facilitando, de paso, salir del triste
Récord Guiness de gordos del planeta, y estabilizando el
maltrecho PIB de los nuevos dirigentes.
Mientras tanto las 7 abandonadas consortes del monarca, cansadas
ya de esperar los regios cubrimientos, terminaron amancebándose
felizmente con el Consejero in capo, Zunanco, y los 6 hechiceros
reales de las islas, por entonces ya convertidas y bautizadas
como República Democrática y Estabilizada de las Vainathu.
Y dicen las malas lenguas que, últimamente, divisaron al ya
ex-monarca, Amunike II, y al doctor Didonzu, paseando, en
lamentables condiciones y bien prietos de carnes, por los
muelles de Sydney mientras los pingüinos correteaban a su
paso...