De todas las consignas -mil veces pregonada- de nuestros
actuales gobernantes y su popular Partido, tenemos que destacar
la de su afán por la igualdad de derechos entre hombre y mujer y
-al hilo de la lógica, siguiendo la pauta de lo que se recoge en
nuestra Constitución- la no discriminación por razón de sexo.
Magnifica consigna, magnífica idea, magnífica razón lógica -pues
qué otra cosa puede ser lo que no es sino una ley natural- a la
que me adhiero, aplaudo y que comparto plenamente.
Pero, hete aquí que, cual prodigioso mago de chistera y conejo
de los tebeos infantiles, se sacan de la ancha e impoluta manga
de sus mayorías congresiles, ¡ale, hop!, un reluciente as de oro
-con valor facial de cien euros de vellón- que esgrimen como
sorprendente triunfo y que, ¡tatachín, tatachán!, es puesto en
el BOE con todos los honores para ser repartido mensualmente a
todas las madres trabajadoras con niños menores de tres años.
Esta asignación dineraria, que en principio podía parecer un
logro social, una positiva y beneficiosa ayuda para clases más
necesitadas o menos favorecidas, apenas le das un par de
reflexivas vueltas, la priva de orlas y oropeles y la despelota
de tules, chafalonías y relumbrones, te percatas de que no es
sino una absoluta chapuza salida del desparpajo, la falta de
solidaridad, las incongruencias entre dichos y hechos y la más
que probada miope visión de futuro de nuestros ínclitos
mandamases.
Porque esta mísera limosna -que no de otra forma se puede llamar
al engendro-, no sólo es altamente discriminatoria, por las
razones que ahora expondremos, sino que, también, por parte de
esas mismas razones, inconstitucional.
En primer lugar, discrimina a toda madre, mujer trabajadora, que
NO trabaje fuera de casa. O sea, que Vd., joven y sacrificada
madre, se desloma todos los días quitándole horas al sueño y al
ocio para llevar adelante todo el trajín de la casa y para que
sus tres hijos vayan decentitos al colegio y a la guardería, y
Vd., como "no trabaja", como (para más inri) no tiene nómina, no
tiene derecho a la limosna.
En la misma línea, las madres, mujeres trabajadoras, que están
en paro. Si Vd. ha quedado cesante -ya ve, cuando más falta le
hace-, aunque siga con sus hijos y todas las mismas cargas, Vd.
tampoco tiene derecho a la percepción de la generosa dádiva.
Otra grave discriminación -y ésta se pasa por el forro el
artículo catorce de nuestra Carta Magna-, es la de que los
hombres, sean casados, viudos, separados o lo que sea, aunque
tengan hijos menores de tres años a su cargo, aunque trabajen,
aunque cumplan todos los requisitos de la normativa, no tienen
derecho a la percepción.
Por último, en su peculiar y absurda normativa, no tiene en
cuenta las retribuciones ni capacidad económica de las
perceptoras. Esto quiere decir que habrá un número de mujeres,
de escasos recursos, a los que la limosna le vendrá bien para
poder alternar los huevos con papas fritas de todos los días con
algún filetito de ternera, y hasta la naranja del postre por un
televisivo yogurt enriquecido con calcio y vitaminas. A las
otras, a las señoras trabajadoras con puestos y retribuciones
superiores, no es que les venga mal, pues así tienen para el
gasto de peluquería del caniche, pero que, por Dios, que no
hacía falta tanta molestia...
Con esta chapuza limosnaria, al igual que las que hacen con
jubilados y pensionistas (hombres y mujeres que se dejaron los
sudores y la vida para hacer estos cómodos caminos por los que
hoy pasamos), han conseguido poner titulares en los periódicos y
otros medios, incluso es posible que hayan conseguido crear un
pseudo clima de confianza o engendrar una percepción de que se
preocupan por el bienestar de los más necesitados, pero -ahí
está, pasen y vean-, sólo es una falacia, una cortina de humo
para ocultar la concreta e insoslayable realidad de que las
familias trabajadoras, compuestas de hombres y mujeres,
necesitan más ayudas, descuentos fiscales y beneficios reales
para poder tener hijos y sacarlos adelante. La actual tasa de
natalidad -en continuados mínimos históricos- es un hecho
preocupante que nos va a pasar cuentas. Ya mismo. Y con muy
graves consecuencias. Y tendremos que acordarnos de las madres
-aunque ellas no tengan culpa- de los que estaban obligados y no
hicieron nada por evitarlo.
Cosas como estas -que ya se suman a otras muchas- son las que me
hacen dudar, no de una posible falta de buena voluntad e
intención, sino de la capacidad, propia e intrínseca, de quienes
nos gobiernan. Y, sí, ya lo sabemos, pero, aún así, aunque los
omnipotentes señores dueños de todo lo habido y por haber les
tengan cogidos por las pelotas, y quien manda manda y cartuchos
al cañón, un gobierno no puede dar de lado a la mayor riqueza de
un país, que, mírese por donde se mire, no es otra que el
capital humano.
Y, sé, estoy seguro, de que del conjunto habría que salvar a
unos cuantos, a los que se llevan las manos a la cabeza, a los
que chascan los dientes y clavan las uñas en los asientos de su
ministerial sillón cuando en sus oídos suenan las charranas
voces que anuncian-dictan tamaños despropósitos, pero se
recomponen, entonan el "ajo y agua" y retornan una y otra vez
haciendo oídos sordos a la propia voz de la conciencia. Y seguro
que lo pasan mal... Pero, aguantan, consienten, no revientan,
no...
Miopes, consentidos, chapuceros... Realmente, hacen hablar a los
muertos.