“Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.” Luis Cernuda
Leer y releer a Luis Cernuda provoca una mezcla de entusiasmo e
indignación: Luis Cernuda es sin lugar a dudas un poeta cuya
trascendencia en la literatura contemporánea, adscrito a la
generación que sea, o a la que no sea, no ha tenido en España el
reflejo que merece. Habrá que esperar, sí, habrá que esperar a
esos actos de justicia que impone el tiempo sobre las
circunstancias de una época, cuando se barre la basura, llueve
fuerte y sale el sol.
En su abrumadora soledad, rodeado de silencio e incomprensión,
este extraordinario poeta muere en solitario en la casa de
Concha Méndez en México y sólo tiene al final la compañía de un
joven poeta que le admira. Para Luis Cernuda, la soledad era una
forma del verdadero ver y del verdadero contemplar y saber. Pero
hay otra soledad en Cernuda que le remite a sus propias
soledades para que de su alma surjan ideas, surjan imágenes.
El 21 de septiembre de 1902, nace Luis Cernuda en Sevilla, en el
seno de una familia burguesa. Uno de sus primeros encuentros con
la poesía fue con ocasión del traslado de los restos de Bécquer,
desde Madrid a la capilla de la Universidad de Sevilla, en 1911.
La lectura de la poesía de Bécquer le provocó una honda
impresión.
La soledad acompañó a Cernuda desde sus años iniciales. Hacia
los catorce años hace su primera tentativa de escribir versos,
tentativa que según confiesa el poeta: “suscitaba en mí rubor
incontrolable”.
Fue alumno de Pedro Salinas en la Universidad hispalense, donde
se licenció en Derecho. En 1924, Cernuda vivía en la calle del
Aire. En esa calle, surgirá su Perfil del Aire que publicarían
Emilio Prados y Manuel Altolaguirre en la revista “Litoral”.
Bergamín escribió: “La personalidad poética de Luis Cernuda se
afirma con su librito: Perfil del Aire, joven y perfecta;
idealmente andaluza, su poesía tiene, sobre todo, la gracia, el
angélico don andaluz -sevillano- de la gracia, tiene ángel
(auténtico, no mixtificado, por ningún sobrenaturalismo
literario), y tiene arquitectura ideal viva, ligera, erguida,
nítida, como una Giralda”.
En
1925 conoce Cernuda a Juan Ramón Jiménez. El año 1927 es una
fecha importante para la afianzación poética de Cernuda. El
poeta conoce a Lorca y a Vicente Aleixandre. En el célebre
homenaje a Góngora que tuvo lugar en Sevilla, se leyeron poemas
de Cernuda. Alberti evoca su encuentro con él en esa ocasión: “Y
Luis Cernuda. Moreno, delgado, finísimo, cuidadísimo, pocas
palabras aquel día... Poeta más andaluz y universal -como quería
Juan Ramón Jiménez- nunca lo hubo en Sevilla”. En 1928, Cernuda
marcha a Toulouse en cuya Universidad fue lector de español,
pero vuelve a Madrid, al año siguiente. Trabaja en las Misiones
pedagógicas creadas por la República; durante varios años
recorrió con ellas distintos pueblos de las regiones españolas.
En 1933 Manuel Altolaguirre publicó en sus ediciones de “La
tentativa poética”, una antología de poemas de Cernuda bajo el
título La invitación a la poesía. Otro libro de Cernuda aparece
en 1934, Donde habite el olvido, de signo neorromántico, y queda
inédito otro libro anterior, Los placeres prohibidos, escrito en
1931.
En 1936, se publica en la revista Cruz y Raya todos los libros
escritos por Cernuda hasta entonces, bajo el conocido título de
La realidad y el deseo. Pedro Salinas escribió que La realidad y
el deseo constituye la depuración más perfecta, el más fino, el
último posible grado de reducción a su pura esencia del lirismo
romántico español. Y Lorca nos dijo: “La realidad y el deseo me
ha vencido con su perfección sin mácula, con su amorosa agonía
encadenada, con su ira y sus piedras de sobra. Libro delicado y
terrible al mismo tiempo como un clavel pálido que manara hilos
de sangre por el temblor de cada cuerda. No habrá escritor en
España, de la clase que sea, si es realmente escritor, manejador
de palabras, que no quede admirado del encanto y refinamiento
con que Luis Cernuda une los vocablos para crear un mundo
poético propio”. Entre 1936 y 1938 escribe su nuevo libro; Las
nubes, cuyos poemas son reflejo de la preocupación del poeta por
el dramático destino de España en aquellos años de guerra. El
tono elegíaco se acentúa en la poesía de Cernuda a partir de
este libro; la consideración desengañada del amor y de la vida y
la nostalgia de la juventud vivida en su tierra andaluza están
presentes en esta última obra.
Durante la guerra civil Cernuda se exilió a Inglaterra,
enseñando español en la Universidad de Glasgow y más tarde en la
de Cambridge. En 1947 se traslada a Estados Unidos para enseñar
como profesor en Mount Holyoke College, trasladándose en 1952 a
México, de cuya Universidad Nacional Autónoma fue profesor. En
México vive en casa de Concha Méndez, separada ya del que fue su
esposo Manuel Altolaguirre, que en el homenaje a Luis Cernuda en
1936, dijo de él: “No conozco poesía más clara que la suya”.
Desilusionado y solo, solo como siempre lo había estado, Luis
Cernuda murió inesperadamente, el día 5 de noviembre de 1963,
había cumplido 61 años.
Entre los títulos de su obra en el exilio señalamos: Como quien
espera el alba, Vivir sin estar viviendo, Con las horas contadas
y Desolación de la quimera. Como prosista debe destacarse Ocnos,
delicada evocación de su infancia y adolescencia sevillanas,
Variaciones sobre un tema mexicano y Poesía y literatura. Como
traductor publicó una versión de los Poemas de Höderlin y otra
de la tragedia de Shakespeare Troilo y Crésida.
En ningún poeta como en Cernuda se dan las constantes de ruptura
con la tradición poética española y el intento de una renovación
radical; en ninguno, tampoco, la aceptación de las
contradicciones que tal ruptura supone. En Historial de un
libro, texto en prosa fechado en 1959, el poeta expone con
sinceridad, y no sin cierto orgullo, la evolución interior que
le conducirá a mantenerse en la actitud rebelde de la que
siempre alardeó. La rebeldía cernudiana encontrará en los
últimos poemas su más violenta y hermosa exposición.
El burgués educacional que configuró su nacimiento, luchaba de
continuo con su rebeldía social, con su innato descontento con
unas fórmulas ambientales, que habían de producir un radicalismo
antiburgués.
La poesía de Cernuda tiene una insólita combinación de fuerzas
que la mantienen en un estado de perpetua tensión. Su actitud
ante el mundo circundante y su idea del lugar que el poeta ocupa
en él han sido la causa de que muchos lectores le considerasen
como un auténtico romántico, y en este sentido recuerda a
Bécquer de un modo realmente notable, pero Cernuda no es
solamente esto.
Su heterodoxia aparece hasta en las relaciones amorosas.
Aceptadas las inclinaciones homosexuales su rebelión deja el
plano teórico para incidir en el plano real. A diferencia de
Federico García Lorca (que utiliza el instrumento poético para
liberarse y confesar y asumir literariamente un acto vital),
Cernuda se inclina hacia el aislamiento. Su carácter retraído y
tímido, se torna más cáustico, aunque no carece de entusiasmo.
La perfección es el signo que preside la obra del gran poeta de
la soledad, hasta el punto de que, de humanismo contenido,
sugiere haya sido trabajada por algún elemento: aire, sutil
fuego. Hay en ella algo de intocable y aún de intangible. Y por
ello, de raíz romántica, entra en el clima de lo clásico. Su
poesía se hace ella misma, ella a solas. Cadencia que el aire
arranca de la realidad inalcanzable. Gemido y llanto que se
resuelven al fin en palabra. Canto del deseo; el canto más
antiguo, enigmático, de la vida en su permanente alborear. Su
lucha íntima entre la realidad y el deseo se le transparentaba
en medio de un becquerianismo que le trasminaba desde su niñez
sevillana y del que nunca él renegó. Y como dijo el poeta
sevillano: “Tú, verdad solitaria, / transparente pasión, mi
soledad de siempre, / eres inmenso abrazo; / el sol, el mar, /
la oscuridad, la estepa, / el hombre y su deseo, / la airada
muchedumbre, / ¿qué son sino tú misma? / Por ti, mi soledad, los
busqué un día; / en ti, mi soledad, los amo ahora”.