En esta noche de capricho y de fandango
no sé con qué me van a hablar a mí de tango (...)
No quiero hacer jamás alarde de mi rango
pero no sé con qué me van a hablar a mí de tango (...)
"A mí no me hablen de tango"
(J. M. Contursi-J. J. Paz)
(Fotografía de Annemarie Heinrich )
Hoy,
Buenos Aires, está un poco más solo. La inolvidable Tita,
nuestra Bette Davis, nuestra Anna Magnani, nuestra María Félix,
acaso nuestra Billie Holiday, pero también nuestra "tigra del
corazón" como la vio Leda Valladares que asistió anonadada y
ferviente a su encuentro con Victoria Ocampo, partió hacia una
región seguramente más intensa.
El torpe periodismo y sus endebles manipuladores obscenos poco
memoran el alto alcance creativo de Tita. Siempre las mismas
fechas, los previsibles lugares de la muerte y el bajo vuelo,
suspenso en la ceguera lucrativa...
A fines de los 60, Tita grabó -"dijo", con excepcional
irisamiento, endiablada y con filo de cuchillos- un tango
escrito por los no menos recordados Ulises Petit de Murat y
Astor Piazzolla: "Yo soy Graciela Oscura". Esa curiosa canción,
que nunca alcanzó el merecido reconocimiento (como tantísimas
cosas en este mezquino país), a pesar de haber sido interpretada
magistralmente antes por Egle Martin, en este caso acompañada
por Astor para el film "Extraña ternura" (1964) (1), dice:
"Yo soy Graciela Oscura,
al mundo entré descalza
forzando la puerta falsa,
de padres desconocidos. (2)
Yo soy un montón de trapos
acunados por los sapos (3)
que croan en los baldíos...
Yo soy...
Yo soy Graciela que crece
entre manos que castigan,
entre voces tan amargas
como las agrias ortigas.
Yo soy Graciela, la chica,
que juega con las hormigas
en las tardes doloridas.
Yo soy...
Yo soy Graciela crecida
con los besos zaguaneros,
con las caricias, tatuajes,
que abren torpes senderos.
Yo soy Graciela, mal nombre
en las calles del recuerdo,
en brazos del primer hombre.
Yo soy...
Yo soy Graciela Oscura,
pero en cuartos enviciados.
Un motín de bocas duras
me dicen nombres prestados.
Yo soy Graciela Oscura...
Yo soy Graciela Oscura...
Oscura...
Graciela..."
Admitamos, por un instante, la representación alegórica del
tango como un janus bifrons: sin lugar a dudas, el lado femenino
del dios trazaría el rostro de Tita. Una caravana de personajes
versátiles y alucinatorios diseñan, mientras tanto, lo que se da
en llamar -eufemísticamente- trayectoria artística. Pero debajo
de ellos subyace siempre un fuego terso y perseguidor: aquél que
sitúa al hombre en la vida que se sueña (4) y se construye
permanentemente en un continente de extremadas mutaciones.
Crónicas de la dicha, de esplendores y de furia. El éxtasis nos
funda en la mirada del mundo, nos refracta en la producción de
su mirada del mundo. Ella lo dirá, alguna vez, de esta manera:
"(...) Mi mejor personaje es el mío. Una actriz dramática se
llora a sí misma cuando interpreta a un personaje teatral."
Por eso, Tita hace refulgir como pocos los soles de la oscuridad
desde esos arrabales que, como bien advierte el tango, "hoy
reinan en todo el mundo". Y muestra el abierto, trágico, corazón
del hombre.
* * * * *
(1) Film dirigido por Daniel Tinayre, la banda sonora estuvo a
cargo de Lucio Milena, Ulises Petit de Murat y Astor Piazzolla.
Algunas de sus canciones pasaron a integrar el álbum "Astor
Piazzolla, Egle Martin", de 1969. El mismo año del estreno del
film, Tita Merello registró Graciela Oscura con el conjunto del
pianista Carlos Figari.
(2) Respeto la licencia poética de Tita Merello: cambia la
preposición original "con" (presente en la interpretación de
Egle Martin) por la "de", que presupone el viraje de un mero
"acompañamiento" de padres ignotos a un ostensible origen
desamparado.
(3) En la versión de la Merello, los "trapos" son los acunados.
En la de E. Martin, la primera persona del singular.
(4) ¿Acaso no nos lo recuerda Gérard de Nerval al comienzo de su
Aurelia: "El sueño es una segunda vida. Jamás pude atravesar sin
estremecerme esas puertas de marfil o córneas que nos separan
del mundo invisible."?