Jordi
Sierra i Fabra (Barcelona, 1947) es un escritor camaleónico que
se caracteriza por la pasión con que se enfrenta a las historias
que nos cuenta, que se ilusiona con cada proyecto y que reconoce
que:
“Amo la literatura más que a nada en el mundo. Nunca se me
ocurrirá hacer algo que la denostara, o que sirviera para que
alguien la repudiase” (1).
Su obra, amplia y generosa, abarca la literatura infantil y
juvenil, la novela negra, policíaca, ciencia-ficción, poesía,
ensayo, libros biográficos e historias de la música.
Prácticamente ha publicado 200 libros y es un escritor
reconocido, premiado y valorado por los lectores de distintas
edades. Por lo tanto, no insistiremos más en ello, aunque no
dejemos de recomendarla (2)..
Vamos a centrarnos, en esta ocasión, en su literatura de
ciencia-ficción, ya que es lo suficientemente sólida como para
que le dediquemos un estudio, nunca completo, para tratar de
desentrañar sus principales temas, obsesiones, esperanzas y
también temores (3).
La ciencia-ficción es un género tratado de manera desigual; por
un lado, resulta ser uno de los menos reconocidos por la crítica
y, por el otro, goza, como ningún otro, de un buen número de
lectores completamente entregados. Acaso esto sea así porque no
todo lo que se escribe -ni mucho menos lo que se publica- bajo
el epígrafe “ciencia-ficción” resulta ser de calidad, sino que,
a menudo, son obras escritas para ser leídas, consumidas, de
manera superficial y fácil. No obstante, y aquí tenemos a los
grandes maestros del género -Aldous Huxley, Ray Bradbury e Isaac
Asimov en cuyas fuentes bebe nuestro autor-, la ciencia-ficción
nos obsequia con el trabajo serio de su creador que se proyecta,
sin hacer concesiones de ningún tipo, en otra realidad. Como
bien comenta Darko Suvin:
“La ciencia-ficción parte de una hipótesis ficticia
(“literaria”), que desarrolla con rigor total (“científico”), de
forma que, por ejemplo, la diferencia específica entre el viaje
de Cristóbal Colón y Los viajes de Gulliver, de J. Swift es
menor que su proximidad genérica” (4).
EL HUMANISMO
Jordi Sierra i Fabra defiende, como ingrediente esencial de la
ciencia-ficción, el humanismo, sin olvidar, ya lo veremos, los
aspectos de fantasía y aventura que puede llevar implícitos.
Para él, “El humanismo es la clave en todo momento, en todo
tiempo y en cualquier lugar, de cuanto se haga pensando en, por
y para el ser humano y en su proyección en el futuro. Situar a
ese ser humano en el perfil de ese futuro, ya sea el inmediato o
el lejano, es ahondar por fuerza en las raíces de la historia,
el pasado y el presente” (5).
Así, por ejemplo, en el relato “La puerta del más allá”,
contenido en el libro del mismo título, Cyrus Naget, el
protagonista, lleva 7 años hibernando, está a 5.750 millones de
km de la Tierra y no puede comunicarse con ella; pero el drama
comienza cuando traspasa una puerta que halla en mitad del
espacio y allí se encuentra con sus seres queridos muertos y él
mismo teme morir, aunque acaba consumiéndose en el más allá de
la muerte, en el más allá absoluto.
Jordi Sierra i Fabra siempre tiene presente al ser humano y su
obra está hecha a su medida, sin descuidar todos los aspectos
que nos hacen, precisamente, humanos. Y hablamos del amor, de la
esperanza y todos los sentimientos que nos convierten en
criaturas tan vulnerables, pero que, a la vez, nos dan la fuerza
por su imprevisibilidad. De sus personajes humanos, e incluso no
humanos, interesa el aspecto sensitivo. Los humanos atraen al
resto de los seres porque no son encasillables, tienen
reacciones poco lógicas y se dejan llevar por la pasión y por el
instante. Incluso las propias máquinas se acercan peligrosamente
a lo humano (Zuk-1 intenta sonreír, Ludoz se suicida para
preservar el secreto de la Tierra, un VAI no duda en asistir a
manifestaciones a favor de los derechos de los humanos, Arkady
no sabe que es una máquina y que están experimentando con
ella...). En el relato “Máquinas” se nos reserva una sorpresa
final, ya que lo que creíamos que era una familia de humanos no
es más, que una familia de robots, aunque el hijo se rebela
contra el destino y decide que van a seguir comportándose como
humanos. Las máquinas, por descontado, valoran al ser humano y
algunas quieren apropiarse de su cerebro, que es la máquina más
prodigiosa. Lo vemos en “El robot que quería ser humano”, en
Relatos galácticos).
Por otro lado, el autor no desdeña el empleo de nombres clásicos
para sus personajes y apellidos normales. Lo vemos en Las voces
del futuro donde, por ejemplo, el abogado se llama Héctor, como
el héroe troyano. En cambio Hal Yakzuby, el científico de ... en
un lugar llamado Tierra recibe este nombre en homenaje a la
película “Odisea en el espacio 2001”, mientras que la esposa del
acusado al que él defiende se llama Flavia, porque a su familia
siempre le interesó la cultura clásica.
LA SOLEDAD
Uno de los sentimientos más humanos es la soledad, ese
sentimiento de absoluto vacío que a veces nos envuelve y que
conoce bien Jordi Sierra i Fabra. Él sabe plasmarla en sus
personajes, a veces aislados de otras personas, otras olvidados,
otras responsables, pero siempre siempre abocados a la soledad.
Veamos unos ejemplos:
-Cyrus Naget se siente solo y desamparado y eso es lo que
inquieta del relato “La puerta del más allá”, mucho más que la
visión del futuro que nos ofrece.
-Ion, en “Ion, el guardián galáctico” en Relatos galácticos, se
siente terriblemente solo en su papel de guardián del asteroide
72.539 del Sistema K y es esa soledad la que le lleva a trazar
un plan para llamar la atención.
-Daniel, en “El ser”, en Relatos galácticos, llega a un planeta
desconocido y, en cuanto toma posesión, lo primero que le
embarga es la sensación de soledad total.
-En La nave fantástica, Jan, una vez resuelto el misterio del
triángulo de las Bermudas, se siente solo y eso es lo que motiva
su plan de fuga y de vuelta al mundo real, al suyo.
NO ESTAMOS SOLOS
Para contradecir esa idea de soledad, Jordi Sierra i Fabra
apuesta por otras vidas, otros seres, en otros mundos. Nos
creemos, a menudo, el ombligo del universo y nos conviene una
cura de humildad o el tirón de orejas que nos da Jordi Sierra i
Fabra. “Cero a de J.C”, en La puerta del Más Allá, es otra de
esas historias inquietantes, que nos habla del nacimiento de
Cristo desde una óptica poco ortodoxa y realmente rompedora. La
nave fantástica, sin ir más lejos, recoge con largueza esa idea
de que los humanos no son el centro, antes al contrario, para
los habitantes de ese mundo dispar sólo somos “la escoria”.
“El planeta habitado”, en Relatos galácticos, es una excelente
historia que nos muestra desde una óptica que, al principio
parece humana, la llegada de otros seres a la Tierra, cuando
parece ser que, para ellos, los raros somos nosotros. No tiene
desperdicio la descripción que puede hacer de un ser humano
alguien que no lo es. Realmente resulta tan demoledora que la
transcribimos por su originalidad:
“Eran unos extraños seres, verdaderamente extravagantes... por
no decir monstruosos. Se movían sobre dos extremidades
inferiores uniformes y vestían unas débiles fibras de piel o
algo parecido a un entramado de fibra inorgánica. En su cabeza
no había más que dos ojos, muy pequeños, y por tanto,
seguramente, débiles. También mostraban una deforme
protuberancia en mitad del rostro y una oquedad bucal enorme con
relación al resto. A ambos lados de la cabeza tenían dos
rugosidades, demasiado pequeñas para permitirles volar y
ciertamente ridículas. Lo más curioso, empero, era la piel,
suave y fina, desnuda a excepción de una frondosa masa capilar
que les coronaba. En las extremidades superiores tenían cinco
dedos o filamentos gruesos. Seguramente estarían adaptados a su
entorno, a su medio ambiente, pero parecía difícil que pudieran
valerse cómodamente con semejante estructura”. (6).
A la luz de la anterior descripción sólo nos cabe una pregunta:
¿quiénes son los extraños, nosotros o...ellos?
RELACIÓN HOMBRE-MÁQUINA
La trilogía “El Ciclo de las Tierras” es el buque insignia de la
literatura de ciencia-ficción del autor que nos ocupa, su obra
más emblemática y la más ambiciosa, seguramente, de las
proyectadas por su autor. La trilogía está formada por ...en un
lugar llamado Tierra (Premio Gran Angular, 1982), Regreso a un
lugar llamado Tierra y El testamento de un lugar llamado Tierra.
Las publicó entre 1983 y 1987 y, en absoluto, pese a que ha
pasado más de una década desde su edición, son obras desfasadas,
antes al contrario, tienen plena actualidad. En ellas se plantea
la relación hombre-máquina proyectada en un futuro, con unos
problemas realmente interesantes y con un desenlace que, de
nuevo acudiendo al humanismo, aboga por la esperanza.
...en un lugar llamado Tierra nos sitúa a los humanos viviendo
con las máquinas, de manera bastante desigual. Gracias a las
máquinas se salvaron y ahora son ellas las que rigen los
destinos en Tierra-2. La historia plantea un juicio contra un
humano acusado de desconectar a una máquina; Ludoz, del que
hablamos al principio. Lo curioso es que Sierra i Fabra humaniza
a las máquinas, y es algo constante en su obra. Ludoz sabía
donde estaba la Tierra y para preservarla optó por
desconectarse, por suicidarse.
Regreso a un lugar llamado Tierra nos habla de la rebelión de
los humanos frente a las máquinas. Los humanos quieren regresar
a la Tierra y empezar de nuevo y las máquinas se sienten
amenazadas. Balhissay, que es una máquina bien impresionante,
emprende un plan individual -lo cual choca con la lógica de las
máquinas que son colectivas- y decide ayudar a los rebeldes.
El testamento de un lugar llamado Tierra es el libro que cierra
la trilogía y en él hay toda una reflexión acerca de la
relatividad del Tiempo, en homenaje a Einstein. Sea como sea el
mensaje es abierto y optimista. Comenta su autor al respecto:
“Las tres forman una amplia teorización sobre la relación
hombre-máquina y, a su vez, se sitúan en un contexto
einsteiniano de espacio y tiempo. Como en toda obra de
anticipación, sólo el tiempo y su transcurso sobre el espacio
plano de nuestra inmediatez calculada en decenios, centenios o
quizás milenios de años podrá convertirlo todo en una ilusión
imaginaria o una certeza absorbente y fascinante. “El Ciclo de
las Tierras” es la odisea del hombre y la máquina en la génesis
del futuro. La historia de lo que puede suceder y de una
esperanza” (7).
La relación hombre-máquina es el eje central de Las voces del
futuro, situada en una Barcelona futurista, aunque reconocible.
Aquí se plantea un juicio por asesinato -nótese la idea repetida
de Jordi Sierra i Fabra de dejar bien equilibrados los papeles
del hombre y de la máquina y la mejor manera es mediante un
juicio al que no es la primera vez que acude en su producción
novelística-. El principal acusado resulta ser Zen, un VAI de
tercera generación; es decir, un ser con Vida Artificial
Inteligente: “Zen está en la élite de esa evolución. Como ente
vivo, es tan humano como usted o como yo. Sólo su fisiología
sintética no hace que lo consideremos igual”(8). Es un humano,
Héctor Pons, quien se hace cargo del caso como abogado defensor.
En la novela se muestra toda una trama bien curiosa de racismo,
por decirlo así, entre los humanos y las máquinas. Los humanos
las han creado, pero las rechazan porque se sienten amenazados y
las temen. Incluso, algunas de estas máquinas, las más
inteligentes, se agrupan para manifestarse en favor de sus
derechos y el propio Héctor es un abogado “maquinista”
declarado.
La vuelta al tema lo vemos en Marte XXIII, novela aún no
publicada, pero que, sin duda, tendrá éxito. En ella los
protagonistas son máquinas, pero lo dramático es que no lo
saben, que se creen humanos, ya que forman parte de un
experimento secreto. Ésa es la gran tragedia de las máquinas que
se acercan peligrosamente a la categoría de humanas. Lo mismo
ocurre en el relato “Máquinas”, incluido en Tres historias de
terror, como dijimos; aquí Tomás, el adolescente protagonista,
cree que su hermana es una máquina y va atando cabos de manera
angustiosa hasta averiguar que él mismo lo es, como su padre y
su madre. A Tomás le desespera esta cualidad y decide
reprogramar a su familia para seguir todos en la Tierra, que es
lo que a él le interesa: sentirse un humano más.
La relación tal como la plantea Jordi Sierra i Fabra, en líneas
generales, sería la siguiente:
-en un primer momento el hombre crea la máquina.
-a continuación las utiliza en su beneficio.
-después depende de ella.
-poco a poco se siente amenazado por las máquinas.
-y, por último, intenta destruirlas...
y eso ya no es posible, ni deseable, según lo plantea el autor
porque las máquinas acaban teniendo un sitio en el mundo, sea la
Tierra o no.
Pero, ¿qué ocurre con las máquinas como colectividad? Aparte de
las manifestaciones en Las voces del futuro, en el relato “El
robot que quería ser humano” la máquina acaba siendo una
dictadora e imponiendo su ley entre otras máquinas menos
dotadas, aunque necesita un cerebro humano para culminar su obra
y son los sentimientos, precisamente los que acaban con ella, no
el agua a la que tanto teme. Ahora bien, como, paralelamente
ocurre con los humanos, las otras máquinas, las oprimidas
agradecen el final de su tirano y empiezan una nueva vida.
Pues bien, la incógnita es ésta: ¿podrá el hombre vivir en paz
con sus propias creaciones o se le sublevarán? La apuesta de
Jordi Sierra i Fabra es que sí y bien lo comprobamos al comentar
el “Ciclo de las Tierras” y Las voces del futuro.
LA CIENCIA NO LO ES TODO
Jordi Sierra i Fabra es escritor, no científico. Él mismo
explica este aspecto: “En Estados Unidos, donde más novelistas
hay del género, no se entiende casi a un escritor de ciencia
ficción que no sea, además, científico o un erudito en la
materia. Los expertos y “fans” tienden casi a despreciar al
intruso. En España no hay apenas escritores de ciencia ficción
porque quienes escribimos de ello lo hacemos como novelistas, no
como científicos, y a pesar de todo, como en tantos otros
campos, los resultados de lo poco que hay son excelentes Quizá
porque, al no estar tan atrapados en la ciencia...,
desarrollamos más ese humanismo, la esencia del ser humano en su
contexto futuro” (9).
La figura del científico suele ser importante en sus novelas. A
veces resulta positiva, como Hal Yakzuby, el científico de ...
en un lugar llamado Tierra que no cree en las apariencias e
investiga hasta el fondo; pero la ciencia también tiene sus
peligros, de los que nos alerta el escritor, si se despega del
hombre, del humanismo, como acabamos de ver en la cita anterior.
Veamos unos ejemplos:
-Phidias Klowalsky en “El doble”, en La puerta del Más Allá, es
un científico que ha sacrificado toda su vida por una causa, por
hacer una copia de sí mismo, y acaba sometido por su propia
creación, lo cual tiene resonancias mitológicas bien claras.
-Pau Quentin en Las voces del futuro es un científico ambicioso
que plantea perfectamente sus movimientos y que sabe más que
nadie de la vida inteligente artificial, pero que olvida a los
demás, se olvida de que vive en comunidad y quiere imponer
siempre sus leyes.
-El profesor Payá en La nave fantástica se deja llevar por los
asombrosos descubrimientos que hace y se olvida hasta de él
mismo y de su realidad. La ciencia mal entendida ha acabado con
su sociabilidad:
“Dejé de sujetarle. Fue como si de pronto... me quemara. El
profesor al que yo admiraba y respetaba, el maestro al que
quería, estaba desapareciendo, esfumándose en mitad de aquella
pesadilla. Ya no quedaba nada del Arístides Payá de unos días
antes. Sus mismos ojos eran los de un alucinado. Su razón se
negaba a ver otra cosa que no fuese el palo con la zanahoria que
los Hues y su curiosidad científica le habían puesto por
delante” (10).
Una de las claves que da Jordi Sierra i Fabra es que se puede -y
se debe- vivir uniendo los dos aspectos que aquí entran en
cuestión, la ciencia y el humanismo. Eso es lo ideal y hacia esa
hipótesis tienden sus novelas. Por ejemplo, Adán, en Los
elegidos resume muy bien este punto de encuentro que nunca debe
desaparecer, sino estaremos condenados al fracaso:
“-Os separasteis por azar -le replicó Adán-, pero vuestro origen
común os hermana. Cada sector desarrolló aquello que mejor
conocía, los científicos la tecnología, y los colonos el trabajo
de la tierra, pero sólo juntos y unidos volveréis a ser fuertes,
con lo mejor de cada lado” (11).
EL ESPACIO Y EL TIEMPO
Que el espacio y el tiempo son relativos es algo que debemos a
las teorías de Eisntein, entre otros científicos importantes.
Jordi Sierra i Fabra en el “Ciclo de las Tierras” brinda un
homenaje al eminente físico, sin el cual, dice, la trilogía no
hubiera sido posible. Leamos algunas de sus palabras: “Entre las
muchas teorías que el eminente físico divulgó, algunas son la
base de toda la gama de la imaginería fantástica del presente...
y el futuro” (12) y añade, en consideraciones fundamentales para
entender su obra: “Lo único evidente a mi juicio es que jugar
con el tiempo y el espacio, a caballo de dos mundos situados en
extremos del infinito, separados por la distancia pero unidos
por un Agujero Negro o un “pliegue” del espacio, puede ser tanto
una utopía como una de las verdades con las que se encuentren
nuestros sucesores inteligentes (hombres, máquinas o mutaciones
hoy inimaginables). Es más, puede que hablar de futuro sea ya
hacerlo de un corto intervalo, porque el futuro está cada vez
más cerca: aquí y ahora” (13).
En Los elegidos, Jordi Sierra i Fabra sigue reflexionando acerca
de la relatividad del tiempo. Veamos: “Para él, el tiempo no era
más que una relatividad poco importante. No lo sentía salvo como
medida y como punto de referencia. De hecho, llevaba muy poco
tiempo activado, es decir, tenía muy poco tiempo de vida en su
pasado. Pero la densidad de sus programas eliminaba la sensación
de novedad o juventud. Sus programas eran viejos y profundos,
así que él era viejo y profundo” (14).
Hay dos relatos, incluidos en La puerta del más allá, que
merecen ser aludidos aquí. El primero es “La chica de la curva
peligrosa”, un caso enigmático en que se confunden el espacio y
el tiempo. Una muchacha ya fallecida aparece haciendo auto-stop
en un tramo de carretera para avisar de una curva peligrosa, la
misma que acabó con su vida. El segundo es “Viaje al Futuro” y,
más bien, es un viaje al pasado puesto que se sitúa en 1839 y el
protagonista es un Jules Verne de 11 años que atraviesa por una
experiencia decisiva -viaja en una nave espacial a través del
tiempo- y que acaba, en sus obras, nutriéndose de esa
experiencia vital y hablando de un futuro.
Jordi Sierra i Fabra, por último, también se acerca al Tiempo de
forma más humana y nos lo describe en Historias asombrosas de
esta manera: “El Tiempo. Grande, enorme, poderoso. Estaba
sentado en el suelo, delante de un agujero muy negro, y tan
extenso como el Inmenso Vacío. Arrojaba algo en su interior.
(...) El Tiempo lanzaba por el agujero segundos, minutos, horas,
días, semanas, meses, años...(...) También se dio cuenta de que
el Tiempo... estaba solo” (15).
EL FUTURO ¿YA ESTÁ AQUÍ?
Es posible, como asegura nuestro autor, que la ciencia-ficción
de hoy sea la realidad de mañana. “El papel del escritor, -opina
Sierra i Fabra-, de cualquier escritor, es crear, pero también
mostrar las pautas básicas que hagan de esa creación una posible
realidad, inventándola según los casos, o basándose en la lógica
y en sus percepciones, adelantándonos acontecimientos. En este
sentido, la ciencia ficción es la percepción máxima y obedece
tanto a nuestra innata curiosidad como a nuestro afán por
imaginarnos cómo será el mañana, el que veremos y el que no
veremos, pero que un día será tangible para los que nos sigan”
(16).
Así podemos entender sus obras como una anticipación futurista,
algo que él cree que puede pasar, que no cuenta de forma
gratuita, sino de manera pensada y bien razonada. El tema del
progreso, de los avances científicos y tecnológicos aparece con
frecuencia por sus páginas y ya lo hemos ido viendo. No nos
extrañan las naves, ni los inventos, ni los medios de
transporte, porque la habilidad de Sierra i Fabra está en
comentarlo todo de manera natural, sin aspavientos, como si
fuese algo que va a ocurrir, ya que a él, queda claro, le
interesan las reacciones humanas, lo demás puede ser una
derivación, una consecuencia de la evolución, pero nada que nos
deba atormentar. Así, en Edad 143 años plantea el tema de la
hibernación, no de manera sensacionalista, sino de forma
juiciosa y seria. En Las voces del futuro se sitúa en la
Barcelona del mañana, una ciudad que sigue siendo la misma, sólo
que ha incorporado las nuevas tecnologías. En esta misma novela
también habla de la clonación. Lo mismo ocurre en Marte XXIII,
en donde los protagonistas son máquinas que no lo saben. O en El
niño que vivía en las estrellas donde el autor plantea la tesis
de que el uso y abuso de las nuevas tecnologías puede hacer
enloquecer a las personas. En Unitat de plaer, novela erótica,
el protagonista camionero no quiere renunciar a su UP, la mujer
perfecta, la máquina que le da placer, y acaba suicidándose...
por amor.
Jordi Sierra i Fabra sigue siendo, como en cualquier género que
cultiva, una persona honesta y comprometida que no puede dejar
de denunciar aquellas cosas, comportamientos, usos, avances que
le parecen un peligro para la humanidad, así como tampoco dejar
de alegrarse de las grandes posibilidades que se ofrecen ante
nosotros y de las que él quisiera ser partícipe. Jordi Sierra i
Fabra muestra una gran curiosidad por todo lo que le rodea y,
por supuesto, le encantaría encontrarse en esta futuro que él
imagina, casi siempre, con motivos para la esperanza.
SERIES DE ACCIÓN
No podemos dejar de mencionar, aunque sea de manera muy rápida,
las distintas series que Jordi Sierra i Fabra dedica a
personajes de ciencia-ficción que, poco a poco, se van mostrando
como seres casi reales:
-Zack Galaxy es un Agente Espacial Especial, el peor policía del
Sistema Intergaláctico, que anda siempre metido en problemas y
que bien podría decirse que es un antihéroe de ciencia-ficción
al que, por casualidad, las cosas acaban por salirle bien.
-Zuk-1 es una máquina -una máquina que quiere aprender a
sonreír-. Es una máquina “científico” que vive varias aventuras
a causa de su oficio. Jordi Sierra i Fabra aprovecha también en
esta serie para comentar sus habituales ideas acerca de la
relación hombre-máquinas. Vemos que es algo frecuente que
establezca juicios en donde las máquinas y los hombres ocupan
distintas posiciones.
-Su produción más reciente, prácticamente inédita, es la Serie
PG-752 que va dedicada a los protectores del Sistema Solar. Es
una serie de acción, sin duda, muy apropiada para el público
infantil y juvenil, protagonizada por personajes fijos como
Arreis o Yaila. Por mencionar, podemos destacar Aventura en la
Tierra, Misión en Marte o Vacaciones en Mercurio.
LA ESPERANZA
El concepto esperanza late en toda la producción de Sierra i
Fabra:
“-Curiosidad.
-Esperanza.
-Después de tantos años...” (17)
Hay esperanza en que las máquinas y los hombres se entiendan,
hay esperanza en que siempre predomine, después de todo, la
capacidad de amor del individuo, hay esperanza de los humanos
aprendan a vivir en paz. Así lo vemos en Mearpece, la novela que
plantea el diálogo entre los dirigentes ruso y americano que
deciden prescindir de todo y reunirse para hablar. Pues bien,
opinan lo mismo, aunque no lo saben y es una niña -la Paz- quien
les hace ver esta realidad y quien les hace reflexionar para que
lleguen a una acuerdo que, entre sus principales puntos, tenga
el desarme total, la erradicación del hambre, la recuperación de
los ecosistemas y la estabilidad de la economía universal.
Jordi Sierra i Fabra busca también algo parecido a la utopía
(Marte XXIII, El guardián de la luna...). Busca un mundo en el
que sea posible la convivencia, en el que el futuro no
signifique pérdida, ni ataque, ni miedo, ni renuncia. Ésa es la
gran utopía que nos presenta. Jordi Sierra i Fabra habla de
naves espaciales, de galaxias, de otros pobladores del universo
como algo posible. Son, por así decirlo, criaturas y espacios
verosímiles. Parece, como estamos comentando, buscar una utopía
porque en su obra de ciencia-ficción, construye comunidades casi
humanas en las cuales las instituciones se organizan de modo
perfecto o casi, ue pretenden imitar las de los humanos. Parece,
en suma, tratar de discernir un futuro mejor que el que nos
imaginamos porque Jordi Sierra i Fabra, como muchos de sus
personajes “cree en los sueños”; pero también cree que existe
una verdad, bien sencilla de entender, porque sólo la verdad es
buena y sólo la verdad nos hará libres.