Según leo, fumar es una opción que cada individuo puede
tomar libremente... y, al seguir leyendo, me quedo con una
cifra: 45.000. Ese es, exactamente, y olé por las
estadísticas, el número de personas fallecidas en España, el
pasado año, por culpa del tabaco. Y, dejando de leer,
cavilo: Pues menos mal. ¿Qué sería de nuestro país si no
muriese nadie o, mejor dicho, que lo hicieran sólo unos
poquitos cada año?
Yo me imagino que si no fumo viviré unos... ¿veinte años
más? Y esos veinte años, por pura lógica, serán los últimos,
esos en los que ya me habré convertido en un viejito dulce y
tierno rodeado de nietos que alborotarán mi hogar. Un
viejito lleno de achaques que me obligarán a acudir,
constantemente, a los Centros de Salud, a los médicos de
guardia, a las farmacias bien provisto de varias recetas
para que me dispensen medicamentos, no siempre efectivos,
pero a un precio reducido. Y hago cálculos inexactos, y me
digo que el costo que provocaré al Estado será elevadísimo
teniendo en cuenta una buena pensión, pues para ello habría
cotizado mucho y mucho tiempo, una asistencia sanitaria
permanente y continua, los medicamentos, de consumo
imprevisible y, entre ellos, incuantificables cantidades de
botellas de oxígeno. Luego hago una suma y multiplico por
los 45.000 muertos anuales que no hubiesen muerto y el
resultante es una cifra astronómica. Si venimos oyendo y
diciendo que muy pronto no podrán pagarse las pensiones y
que la Seguridad Social está en bancarrota, yo quiero poner
mi granito de arena para ayudar a un menor gasto público y
propongo que los sabios de Europa, que son quienes prohíben
la publicidad y ponen un sinfín de cortapisas a los
fumadores, se planteen nuevos enfoques presupuestarios y
miren si no sería más económico subvencionar a los fumadores
asignándoles algunas cantidades mensuales para la compra de
sus pitillos y de esta forma, además de mantener los
ingresos por la venta del tabaco, les estaría echando una
mano a fin de que alcanzasen una pronta y solidaria muerte.
Seguro que las cuentas del Estado se cuadrarían mejor y las
gentes no me mirarían mal cuando enciendo un cigarrillo,
pues sabrían que, al fumar, estoy cotizando para ellos.