Bien es cierto que pronunciamos palabras importantes y decisivas
en nuestro vivir de cada día, sin que nos demos cuenta de que
han perdido el alma, la fuerza originaria que las puso en
circulación y las hicieron dignas de ser incluidas en un
diccionario para buen uso y norte de de los que hacemos
usufructo de ellas.
Amor, como otras palabras básicas de nuestro vocabulario más
empleado en nuestro entorno, implica una vasta serie de
significados: "Tendencia o afecto hacia..." que la hacen muchas
veces equívoca, incluso contradictoria, en razón de las
intenciones de quienes las emplean.
Repito que Amor, junto con otros vocablos que hacen alusión a
nuestras vivencias más profundas y cotidianas, es, sin duda, uno
de los términos más usados en Literatura, en concreto, en la
Poesía. En ésta es, por supuesto, si se me permite la
comparación chusca, algo así como la vedette del coro de las
elegidas para expresar la experiencia humana. Este juicio sería
muy lógico en un escritor romántico; no así en uno de la época
neoclásica, en la que tenían más protagonismo otros lexemas
-como se dice en rigurosa Lingüística-, tal como "razón",
"luces" (culturales) o "educación".
Cuando uno toma en sus manos una antología de la poesía amorosa,
se encuentra esta locución como la favorita de los autores. Si
embargo, tendríamos que establecer una diferencia importante
entre el amor que pronuncia un autor místico del siglo de oro o
del barroco y el amor de cualquiera de nuestros grandes clásicos
-Góngora, Lope, Quevedo- cuando utilizan esa misma voz. Si nos
acercamos a la literatura contemporánea, nos encontramos con
Bécquer, espejo amoroso que fue para más de una generación. Las
posteriores se inclinaron por Neruda (recuérdense Veinte poemas
de amor y una canción desesperada y también sus Cien sonetos de
amor). José Ángel Buesa, poeta cubano que nació en l912, pero
del que después he perdido la pista, fue una especie de oráculo
radiofónico en temas amorosos en la capital de su país antes de
la revolución castrista, a los que respondían con bellos poemas
de un amor puesto al día, pero con cierta carga romántica aún,
deleite para sus lectoras. No sé cómo fue considerado después de
la llegada de Castro al poder. Podemos afirmar con toda
seguridad que es el poeta chileno el gran representante de la
lírica del amor en la poesía española, digno heredero del poeta
sevillano.
Cuando escribo el epígrafe de Alma de la letra, mi intención es
la de comprobar la vitalidad de una determinada palabra a través
de la Literatura, que ha sido, no su origen, que es el pueblo,
pero sí su ubre materna y su cuna. El poeta, el escritor, ha
mantenido vivas las voces por medio de la creación. En ésta,
tanto los verbos como los sustantivos, se han sentido en su
elemento, como el pez en el agua. La escritura cumple un papel
de notario indispensable para que la comunidad emplee una
lengua. En la escritura es, precisamente, donde iremos gozando
de la vivacidad de palabras que no perderán nunca su alma.
Hoy, que tantas palabras se sienten "desalmadas", es menester
conservar las esenciales. Que cada uno se diga así mismo cuáles
son las suyas.