EL QUESO PICÓN DE TRESVISO
por Quintín Dobarganes Merodio
En un número especial de ABC, publicado en enero del presente
año se hablaba de «La maravilla de Cantabria» (parques y playas,
costas, lugares típicos Campoo y Valderredible, etc.),
destacando en Liébana y los Picos de Europa, pueblos
centenarios, iglesias y paisajes de impresionante belleza, como
el desfiladero de la Hermida, el collado de Llesba, los bosques
de Cabezón de Liébana, las laderas de Peña Sagra y la subida a
Tresviso, el municipio de menor población y situado a la mayor
altura de Cantabria y famoso por su queso picón, señalando que
de Urdón parte el camino que conduce a Tresviso y que ofrece
impresionantes panorámicas.
En mi niñez de de la aldea de Cabanzón, en término cercano a San
Vicente de la Barquera, recuerdo que se comía el queso picón
fabricado en unas cuevas de la aldea de Tresviso con leche y
otros productos envueltos en hojarascas y revestido de estiércol
de vacas. Del quesito brotaban frecuentemente centenares de
gusanillos, que no producían rechazo.
En el pueblo de Cabanzón (donde veraneaban los Gómez Acebo de
Madrid, una de cuyas ascendientes está casada con el desterrado
rey Simeón de Bulgaria-, en la actualidad presidente del consejo
de ministros de la misma nación), había un hombre llamado
Serafín Salcedo, que únicamente trabajaba de recadista,
recorriendo diariamente varios kilómetros y alimentándose con el
famoso queso.
En una ocasión que no estaban los Gómez Acebo, que siempre le
socorrían, Serafín no tenia dinero para comer su indispensable
queso picón; pero como llevaba meses sin quitarse los calcetines
de sus píes sudorosos, una vez le vieron oliéndolos, porque, al
parecer, la suciedad tenía un olor parecido al producto de
Tresviso.
¡Un caso verdaderamente fuera de serie, que fue coreado en todo
el entorno de Cantabria con motivo de los carnavales de la
década de los años 20!