En el siglo XX se empezó en Occidente a conocer el aspecto
filosófico del Zen. Fue el maestro Kodo Sawaki el que quiso dar
un impulso a esta práctica ya debilitada como enseñanza de
meditación espiritual, técnica que hace alcanzar la conciencia y
facilita un proceso ilimitado a la estimulación sensasorial.
Taisen Deshimaru vino a Francia para propagar en Occidente la
esencia de esta enseñanza. Los maestros Zen no estaban
interesados en la exposición de este sistema; solamente querían
hacernos llegar un lenguaje que podríamos experimentar
depositando la confianza en nosotros mismos.
El Zen enseña que cualquier cosa que queramos emprender, sólo
con pensarlo se podrá lograr. La fuerza del pensamiento es
ilimitada y más allá del concepto de quiénes somos y ser lo que
somos.
A pesar de que el Zen se haya desarrollado en una de las más
antiguas tradiciones de la humanidad, el budismo no es una
religión ni una filosofía. No es nada especial ni difícil de
entender, es vivir nuestra vida diaria como una aventura
extraordinaria del despertar espiritual y no estar atado a la
materia que se dispersa en diferentes direcciones y que no colma
nuestro afán de superarnos y querer siempre ser el mejor.
Vivimos en una época en la siempre queremos más de lo que
realmente necesitamos para vivir, hay dentro de nosotros un
deseo desmedido de posesión que no nos sacia, y al mismo tiempo
un miedo e inseguridad de la que no podemos substraernos e
irremediablemente nos llena de temor. Se nos hace difícil
evadirnos de ese mundo exterior de permanente ansiedad que rompe
el impulso vital de una existencia que sabemos efímera y origen
de múltiples peligros en el cotidiano vivir. Debemos admitir que
la mayoría de los miedos son imaginarios y no corresponden a
ningún peligro real ni inmediato, nuestra conciencia se liberará
a una estado de estabilidad y confianza si logramos rechazar ese
temor que nos impide vivir sosegadamente.
Insistiremos con el tema de que el Zen existe más allá de la
religión y de la filosofía pero también más allá de todos los
sistemas e ideologías e incluso más allá del budismo. El
pensamiento ZEN no se transmite a través de las escrituras, sólo
de persona a persona, de maestro a discípulo, de mi alma a tu
alma.
La actitud justa consiste es dejar de pensar en todo aquello que
nos inquieta y concentrarnos en la ayuda al ser humano,
acercarnos a sus problemas y sufrimientos e intentar liberarlos
a través de esta filosofía. Y sobre todo tengamos siempre las
manos abiertas para dar y para recibir; las manos cerradas no
obtienen nunca nada.
Los antepasados de los maestros Zen aconsejaban la práctica de
la meditación silenciosa al ver lo desvalida que estaba la
gente. Este sabio consejo no satisfizo a muchos que esperaban
algo más, al poco tiempo de practicarlo se sintieron
desilusionados y prefirieron sumergirse en un torbellino
frenético que les produjo un enorme y profundo vacío del que a
duras penas pudieron salir.
El consejo del maestro será siempre el mismo. Come cuando tengas
hambre, duerme cuando tengas sueño y no aspires a más. Todo
aquello que tengas que recibir de la vida te vendrá hagas lo que
hagas, si te esfuerzas en ser mejor es ya un paso adelante y
siempre positivo, mas no quieras cambiar tu destino contra
viento y marea, deja que el viento acaricie tu cara y el sol
temple tu cuerpo, que la mente y el espíritu te conducirá a tu
Dios y El al camino que te tengas asignado.