Desde los años 70 han sido varios los estudios que relacionan el
humor y la risa con nuestra salud. Parece ser que nuestras
emociones alegres repercuten de manera positiva en nuestro
sistema inmunológico, ayudando a combatir las infecciones, y son
el antídoto perfecto contra el estrés. Además, el humor y la
risa influyen en nuestro sistema cardiovascular, disminuyendo la
tensión arterial y la sanguínea, en nuestro sistema
respiratorio, enviando tres veces más de aire a los pulmones, en
nuestro sistema endocrino, favoreciendo la secreción de
endorfinas, alivio natural del dolor, en nuestro sistema
muscular, relajándolo y en nuestro sistema central y
psicológico, respondiendo positivamente a las adversidades.
Conociendo tales beneficios, me había prescrito una cura y
estimaba que tomaba una dosis semanal sentándome todos los
miércoles a reírme de la inocente estulticia del Risitas y otros
personajes varios. Pero no está ahí el total provecho del
asunto, entonces, se beneficiaría cualquiera. El verdadero
sentido de la risa saludable está en reírnos de nuestras
adversidades, reírnos de nosotros mismos, en encontrar la
comicidad en tantas situaciones incongruentes que nos suceden
porque nos vamos a permitir que nos amarguen nuestra corta
existencia. El humor auténtico modifica nuestra forma habitual
de pensamiento racional, nos hace variar nuestro marco de
referencia y ser nosotros los que jugamos con la temida
situación.
Hoy en día, los sufrimientos que nos atenazan suelen provenir de
temores, frustraciones o preocupaciones muchas veces infundadas.
Con el sentido cómico miramos los problemas bajo otra
perspectiva y nos negamos a su dominio. Ello supone poner en
juego nuestra observación y nuestra creatividad, aceptar que no
podemos luchar contra lo irremediable y, por eso, jugueteamos
con ello.
La vida nos depara sufrimientos y situaciones difíciles de
soportar. Podemos encogernos y dejar que estas adversidades nos
pisoteen, o plantarles cara y admitir con humor que no era eso
lo que esperábamos.
No se percibe fácil, pero todo se aprende, y, a veces, es la
única solución.