Sólo miro en la estatua la luz de su mirada
incrustada en la piedra. Su marmórea figura.
La desnuda belleza, su dormida dulzura.
Soñadores vestigios de una mente inspirada.
Inquietud desprendida de la sombra embriagada
que se yergue azarosa al besar la escultura,
con un beso de amor que la luz apresura
cuando habla en silencio con su voz olvidada.
Como un pétalo blanco, muda, quieta, serena.
Con la tez encendida de un sonámbulo eterno
en un éxtasis yerto de ternura bendita.
Hechicera beldad que la luz envenena.
Ángel, lágrima, miel. De un pasado tan tierno
que ha esculpido ese amor con su antorcha infinita.