Según las autoridades, María Elvia logró recaudar 100 mil
millones de pesos (33 millones de euros) desde 1995 a 2003 en
varias ciudades de la Costa Atlántica de Colombia.
¿Cómo lo hizo? -se preguntarán ustedes.
La respuesta no es fácil, pues no trabajaba para el Departamento
de Impuestos, ni era tesorera en ninguna gran empresa propiedad
de alguno de los escasos privilegiados colombianos. Acá está la
historia de cómo lo hizo.
María Elvia llegó en 1993 a un humilde barrio, en la amurallada
Cartagena, en una situación tan precaria que los vecinos
pensaron que era una indigente; pero en tan solo dos años giró a
pulso la manecilla de su destino financiero y con mentalidad
empresarial amasó una fortuna, con la harina donada por otros.
A finales de 1995, luego de estar desaparecida por varios meses,
ella retornó a bordo de una camioneta cuatro puertas, de esas
destinadas al cero punto uno por ciento de la población del
país. A sus treinta y un años, sin necesidad de ganarse la
lotería o contraer patrimonio con algún acaudalado evasor de
impuestos, sin ningún grado de consanguinidad con alguna de las
diez familias dueñas del capital en el país, sin cobrar altas
tasas de intermediación financiera y embargar sin escrúpulos las
casas hipotecadas, sin traficar con armas, tesoros
arquitectónicos, sustancias psicoactivas o personas, sin el
requisito de ganarse un contrato de obra civil con el estado o
fundar alguna ONG con un intérprete de música protesta venido a
menos, consiguió nuestro personaje una capacidad de ahorro que
cerca de cuarenta millones de colombianos ni siquiera sueñan.
Desde la camioneta se podía pavonear sacando el codo por las
ventanillas, luciendo alhajas de oro, con nuevo esposo y con
guardaespaldas. Todos la miraban atónitos, entrar escoltada en
su 4x4 por las polvorientas calles del caserío, cosa que ni los
cacos políticos en campaña hacían (pues ellos enviaban buses
para recoger a los potenciales votantes y una vez ejercido el
derecho democrático, en el centro de la ciudad, les daban un
billete que debían gastar en el pasaje para el regreso). Así que
la reaparición de María Elvira fue todo un carnaval, ella contó
a los residentes del barrio que salieron a verla llegar, que
había estado enferma en un hospital y que allá se le había
'aparecido la virgen'.
Un multimillonario de Cúcuta, ciudad capital de un departamento
vecino con Venezuela, la había adoptado, porque ella se le
pareció a su querida y difunta hija.
Atobenitoel (algunos dicen que Otto Benito), murió y en su
testamento le había dejado 1,8 billones de pesos de herencia,
casi 600 millones de euros mal contados.
El problema era que según la multimillonaria y ahora huérfana
señora, su esposo tenía líos judiciales por un cargamento de
estupefacientes y habían llegado a un acuerdo con el Estado para
resarcir el daño, distribuyendo su fortuna en obras benéficas.
La pobre huerfanita había elegido mal a su compañero
sentimental, pero este arrepentido y hábil negociador, quería
compensar sus malas obras volviéndose filántropo.
Los antiguos y ahora suertudos vecinos podían entonces
convertirse en los beneficiarios de tan altruista obra. Pero con
la condición de hacer un aporte a un tercero, para que se
replicaran las obras de caridad, con el consabido efecto bola de
nieve. Entre más dinero dieran, tenían derecho a más herencia.
Paradójicamente, tenían que ser muy desprendidos si estaban
ávidos de dinero para saciar su codicia.
Para tener derecho a la herencia, era necesario que los
codiciosos presentaran fotocopia de la cédula de ciudadanía y 40
mil pesos para gastos de estampilla y pago de impuestos ante el
Departamento de Rentas y Hacienda.
En mayo del 99 hubo una reunión a la que asistieron unas 500
desinteresadas personas. Allí, la huerfanita mal casada explicó
que cada persona debía dar entre 10.000 y 200.000 pesos para más
trámites de documentos, pues es Colombia el país de las filas,
sellos, firmas y papeles. Luego el 20 de julio (día de la
independencia para exacerbar el sentimiento patriótico, quizás)
entregaría más de 100 millones de pesos a cada 'beneficiado',
mas barato que comprar el mismo número de la lotería, con fe
ciega durante años hasta que cayera.
La fecha llegó, pero nada se cumplió. El 4 de diciembre del
2000, María Elvia contrató un bus de los mismos que usaban los
políticos en campaña y 27 cabezas de grupo se fueron hasta
Bogotá, durante casi 10 horas de viaje para alojarse en un hotel
5 estrellas. Allá les pidió entre 5 y 7 millones de pesos por
persona (1.700 y 2.300 euros), más fotocopia de la cédula
autenticada en la Notaría. La parte de la herencia la recibirían
a las dos de la tarde en un banco que nunca reveló y a la una, a
las dos y a las tres, que nadie la volvió a ver.
Entre los afectados por su ausencia hay médicos, ingenieros,
abogados y periodistas, que ahora quieren les devuelvan al menos
el dinero invertido y señalan de 'malvada' a la desaparecida
María Elvia.
Pero es que ella no pudo asistir, pues estaba presa en una
dependencia del Departamento Administrativo de Seguridad acusada
de haber estafado a cerca de 2.000 personas, a quienes timó con
la ilusión de que los iba a hacer partícipes de una billonaria
herencia.
Según fuentes judiciales, por el mismo caso la Fiscalía tiene
vigentes otras 28 órdenes de captura para los colaboradores de
la desamparada huérfana, entre los que hay, según las
investigaciones, notarios y ex alcaldes.
Esta es la triste historia, yo hablé con ella y me dijo que va a
demostrar su inocencia porque solamente ella conoce de la
existencia de los documentos legales de la herencia, incluso me
dijo que me le parecía a un novio que tuvo en la juventud al que
quiso mucho y que me iba a adoptar como heredero si le hacía el
favor de conseguirle un dinero para pagar los abogados, dinero
que pueden ustedes queridos lectores consignar tranquilamente en
su humilde cuenta en Suiza.