Rincón de la Poesía
¡OH, MAESTRO! A Diego Sánchez del Real en su homenaje ¡Oh, Maestro de mí! Tu campo verde va espigando un trigal cada jornada. Cada soplo de aire, cada arada, es un beso de celo que me muerde. Desde ayer, ese ayer que yo recuerde, robustez de poeta en tu otoñada, fuera el hondo crecer de una punzada que en el campo del alma se me pierde. Me enseñaste a amar como poeta. Endulzaste las noches con tu voz. Encontrabas la luz donde hubo sueño. Cada noche la luna duerme inquieta cuando el eco perdido, tan veloz, dice a Dios que el amor ya tiene dueño. En las largas tertulias de la vida se dormita en el silencio. Es un mundo que camina borroso, vagabundo, donde mana una fuente enardecida. Donde cura el poeta su alma herida. Donde guarda el dolor, hondo, profundo. Donde nace un joyel cada segundo. Donde sólo el amor tiene cabida. Es así que tu pluma, todavía, va domando corceles para el viento en un trote de luz fulgente y puro. Es así que tu aliento me rocía, ¡oh, Maestro de mí! ¡Oh, pensamiento!, testimonio de fe, que yo te juro.
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