En Belén nace un torero
que se llamará Jesús.
Tendrá por capa y muleta
palabras y obras de luz;
por banderillas, tres clavos,
y por estoque, una cruz.
Manuel Benítez Carrasco
Pañales la noche tiene
que nos los seca el rocío.
El aire que va y que viene
le está echando su bajío,
mientras la luz los sostiene.
Que ya el romero perfuma
las vides de aquel camino.
Cada espina, con la bruma,
marca al alba su destino
sobre una nube de espuma.
En los campos, los zarzales
embellecen sus mejillas.
Y en el mar brotan corales
que se besan a hurtadillas
componiendo madrigales.
El eco de las montañas
rompe la nieve a su altura.
La brisa tiene pestañas
que abanican su ternura
como palmeras extrañas.
Las flores que van naciendo
recogen leña y romero.
El cielo se está cubriendo
para avivar el brasero
que el mundo le está ofreciendo.
Más allá, cuando la cima
se cubre de amor y nieve,
surge una luz que se anima,
una estrella que conmueve,
un lucero que sublima.
Que Jesús ya está llegando.
Que el niño de Dios se acerca.
Que el trigo ya está brotando.
Que el agua fresca en la alberca
de plata, lo está esperando.
Que yo, como tú y el mundo
soñamos con preguntarle.
¿Por qué con tu amor profundo
a ese amor no puedes darle
tu alma cada segundo?
El campo se está nevando.
La pradera está desierta.
Los pastores van llegando
hasta el umbral de la huerta.
Un ángel la está cuidando.
El cielo va oscureciendo.
La noche se está cerrando.
La estrella se está durmiendo.
La leña se está quemando...
Silencio,... que está naciendo...