Todas las actividades de la vida humana utilizan la literatura
como medio de comunicación. El amor, el trabajo, la guerra y
otras motivaciones menos sociales, como son los sentimientos de
cada cual, incluso ideas abstractas, encuentran en la literatura
un vehículo de expresión. Y mediante la palabra escrita u oral
un individuo o un grupo de individuos manifiestan
preocupaciones, alegrías, tristezas, etc.
Pero a1 llegar al tema carnavalesco nos encontramos con
dificultades de clasificación. Sabemos que puede que haya un
origen de esta fiesta, en las dionisíacas griegas, que tienen su
versión en las saturnales romanas y más concretamente en los
célebres mimos. No obstante, los entendidos no se ponen de
acuerdo, y ya en los tiempos modernos, lo que se llama carnaval
adquiere nuevas interpretaciones.
Tenemos dos acepciones de este espectáculo. Por una parte, la
concurrencia de disfraces. Cada persona se decide por un
disfraz. Podemos ver el gusto y el nivel cultural del que se ha
decidido por disfraz determinado, ¿se podría estudiar la
psicología de la gente a juzgar por sus disfraces? Sabemos muy
bien que el tema ha dado que escribir mucho a los psicólogos y
las innumerables tesis sobre el disfraz y la elección que hace
el individuo de su máscara hay una necesaria relación. No vamos
a entrar en ello. Lo cierto es que aquí la alegría queda
rubricada en la profusión de olores, los contrastes, la llamada
al sensorialismo y la realidad o la apariencia de la orgía.
Una segunda acepción nos lleva a un carnaval constituido por
unas actuaciones de grupos que tras un disfraz colectivo y
mediante la musicalización de letras alusivas a problemas de
enorme actualidad logran atraer la atención del público y con
ello son considerados como un verdadero espectáculo que reúne,
más o menos, las siguientes características: crítica de sucesos,
representaciones sociales y políticas. sugerencias como medio
alusivo, aunque a veces el tono sobrepase el buen gusto y caiga
en la ramplonería, incluso se llegue a emplear palabras soeces
con efecto cómico en los concurrentes, con lo cual la denuncia
ya pierde talento y cede a la tentación de los fácil, por lo que
cierto público rechaza esa bajada de listón que hace el grupo
carnavalesco que sea en ese momento, y dando con ello carnaza a
los enemigos de la fiesta. Cierta gracia, espontánea, o
recurrente con el fin de captar más aún el favor y la adhesión
de los oyentes, sería lo deseable.
A partir de esta noción podríamos encasillan este tipo de
carnavales en un subgénero teatral, concretamente, el mimo, que
es a lo que llegan los que tratan de situar esta extraña
manifestación literaria oral. Pero a ello hay que añadir la
picaresca de que va revestido, y esto por dos razones. La
primera porque se mete en temas afines a la novelística de los
pícaros, o sea criticar las estructuras sociales, y segunda
porque incluye las modalidades del lenguaje popular con giros
graciosos, con los que se quiere hacer perdonar su atrevimiento.
Desde el punto de vista político, ya que hoy día tiene tanto
predicamento este enfoque, me parece un forma artística y con
salero de fomentar la democracia en el sentido más humano y
amable de la palabra, llevando el parlamento a la calle,
removiendo con chispa los problemas de los ciudadanos.
Exactamente como en la vida real: las verdades detrás de las
máscaras.