1.
Todo está como ayer... Todo parece
que ignora el adelanto de la Vida.
Aquí se siente paz. Aquí se olvida
que existe la ciudad que avanza y crece.
Todo está como ayer... El aire mece
los chopos del camino; y, atrevida,
la torre de la Iglesia busca huida
con un grito de piedra que estremece.
Todo está como ayer: la puerta mora,
la. calle principal, la antigua fuente
con su pilón de historia carcomido...
Y el viejo Ayuntamiento, sin más hora,
que aquel reloj parado, dulcemente,
para ignorar el tiempo transcurrido.
2.
Para ignorar el tiempo transcurrido
he buscado la paz de tu estrechura,
tu románica y seria arquitectura,
la voz de tu silencio y tu latido.
He querido dejarme en el olvido
la ciudad que se crece hacia la altura,
la que deja entreabierta la aventura
entre prisas, semáforos y ruido...
Y he venido buscando tu bonanza,
tus callejas torcidas, tus esquinas,
tu pereza oriental y mensajera...
Para quedar clavado en la esperanza
de fundirme en tus llamas pueblerinas
después de tanto amor y tanta espera.
3.
Después de tanto amor y tanta espera,
de estar en la ciudad como un extraño,
de sentir la nostalgia, año tras año,
del surco y la simiente y de la era...
Después de estar mi sombra y mi ceguera
bebiéndose la hiel del desengaño,
clavándose -¡ay, Pueblo!- en el engaño
crecido en el asfalto y en la acera...
Después de tanta hondura lacerada
rebuscado la paz de tus hogares
para romper en ella mi quebranto...
Y he dejado a mi noche. trasnochada,
-entre tantos recuerdos familiares-
exprimiendo la pulpa de mi llanto.