De la cantidad de información que recibo a diario, es sana
costumbre de mi mente el ir borrando aquello registrado; pero
que no parece tener aplicación en el futuro inmediato. Yo le
dejo. Antes, la bombardeaba con repeticiones para que recordara
información irrelevante que necesitaría pronto para una
entrevista, una prueba o un examen; pero ya los tiempos de
estudiante han quedado en el olvido y no me preocupa quedarme en
blanco ante una pregunta, pues creo dominar el arte de buscarlas
y las pocas palabras que recuerdo nítidamente me otorgan ese
plazo para encontrarlas.
Hay personas que demuestran su sabiduría evocando pasajes o
fragmentos de algo, con tal frescura y sutileza que te sorprende
pensar que la anécdota estaba agazapada entre su lengua
esperando el momento preciso para saltar al aire libre. Hay
también (tan mal) algunos que posan de tenerla y adoptan cara de
erudito cuando citan algo o alguien; con ese afán de demostrar
que saben, con ese estilo propio de los pavos reales que en vano
pretenden enseñar plumas mientras en realidad van mostrando el
culo. No hablaré de los primeros por lo escasos, ni de los
segundos por no aburrirlos.
Hablaré, de mi memoria selectiva para agobiarlos igual. Y para
no quedarme solo en el intento, convoco a los desmemoriados y
tomo su vocería; logrando, como diría el poeta. No, corrijo y me
abstengo de caer en el error de intentar citar a algo que he
olvidado. Sigo con mi perorata de defender a los olvidadizos que
vamos por el mundo entre despistados y atentos a aprender cada
día sin el menor interés de recordarlo.
Cuando leo, por ejemplo, por tercera vez alguno de los libros de
mi biblioteca; noto intacta mi capacidad de sorpresa ante cada
evidencia nueva que plantea esta vez el autor, y agradezco el
esfuerzo que se toma al cambiar las letras de lugar para el
próximo encuentro. O cuando escucho una broma que sé repetida
hasta el cansancio por mis allegados, descubro un nuevo matiz
que desata risa.
Muy útil me es también la desmemoria, cuando apoltronado tras el
control remoto, contemplo atónito las mismas noticias y frases
del día anterior que machacan entre fingidos rostros (de acuerdo
a la ocasión) aquellas presentadoras con ínfulas de periodistas,
que engalanan la caja mágica con protuberancias cada vez más
cerca de sus hombros. Evoco mi infancia, ha de ser por mi
afición a los globos, si mal no recuerdo.