De las 4.000 especies de mamíferos que deambulan por el planeta
Tierra, 160, según ciertos zoólogos, lucen "madera del aire"
-que dicen los poetas-.
¿Qué secreto encierra esta metáfora poética? Lo aclara el
Diccionario Castellano con las voces de Ciencias y Artes,
editado en 1787 por el Padre Esteban de Terreros y Pando, quien
nos dice que "madera del aire es expresión comúnmente tenida
para cosas serias, por locución más culta que la voz cuerno."
Porque aquí es cosa clara, de cuernos se trata.
Para el saber del diccionario "el cuerno es el apéndice óseo que
tienen algunos animales como el toro, el ciervo y, en general,
los rumiantes, a cada lado de la frente." Mas el saber
especializado, siempre exigente, requiere mayor precisión y
matiza con aire quisquilloso: "Existen algunas características
que sirven para identificar los verdaderos cuernos y astas.
Mientras que, por ejemplo, la raíz de los dientes hay que
buscarla en las mandíbulas, los cuernos y astas siempre la
tienen sobre el cráneo, ya sea en el hocico (rinoceronte) o en
la parte superior de la cabeza. Mientras que los colmillos están
formados por marfil (dentina), las cornamentas son unas veces de
hueso -ciervos, alces...-, otras de sustancias córneas que
rodean un núcleo óseo -antílopes, toros, cabras...- o bien de
filamentos parecidos -rinoceronte-."
En resumen, no hay que confundir dientes con cuernos. Quede a
salvo el honor del elefante, el narval, el facóquero y otros
bichos, pues lo suyo son dientes muy desarrollados, y no las
infamantes protuberancias.
Pero hay que ser justos con la madera de aire, que no siempre ha
sido ni es causa de mofa para los mamíferos -incluidos los
racionales- que la llevan.
Los cuernos representan, desde hace miles de años, la fuerza y
el poder Con ellos se tocaban los prehistóricos. Ellos adornaban
los templos asiáticos, y en Egipto formaban parte del lenguaje
jeroglífico, para significar "lo que está por encima de la
cabeza", y, por extensión, elevación, prestigio, gloria.
Los cuernos sirven para defenderse, para procurarse amor, para
que la cabeza no se vaya por los Cerros de Úbeda... O sea, que
valen igual para un roto que para un descosido.
El cuerno parece ofrecer ventajas a todo el mundo menos al pobre
rinoceronte negro, dos de cuyas especies están a punto de
extinguirse, y las otras tres en grandes apuros -por culpa de la
leyenda-. Desde que alguien decidió que el polvo de cuerno de
rinoceronte negro tiene magnificas propiedades afrodisíacas, no
han dejado de matarse ejemplares. Y es que los cuernos
obsesionan a los curanderos tanto como a los cónyuges celosos o
a las hinchadas de fútbol.
Pero por cornúpeta no sólo es tenido el irracional astado. Los
cuernos, no contentos con la compañía del marido consentidor, a
veces busca la del humano dado a exprimirse el caletre.
Cuenta Cela en "Rol de cornudos" que en el libro sagrado de los
sidonios -el Lothus-Matra, que, por lo común, tan mal ha sabido
leerse e interpretarse-, se dice que al hombre le florecen los
cuernos cuando comete el pecado de pensar. No pienses y no serás
cornudo (salmo CXXIII)". Salmo sustentado por una sugestiva
hipótesis científica: "porque los pensamientos solidifican su
sustancia en forma de cuerno al salir de la cabeza y entrar en
contacto con los espíritus que flotan en el éter".