Guerras hay muchas, y todas me afectan, aunque hubo quién,
refiriéndose a una en Oriente Medio, dijo que era un
conflicto regional. Para mí no, no son conflictos regionales
ninguna de las que ahora mismo están "en activo".
Yo vivo una muy especial que acaba de comenzar. Mejor dicho,
que acabo de comenzar.
Usted puede hacer dos cosas: Unirse a mí, o decir que soy un
imbécil. Si se decide por insultarme, lo aceptaré
estoicamente y, además, me temo que acabe dándole la razón.
Pero si como espero, se une a mí y conseguimos que se nos
unan unos cuantos millones más, quizá ganemos ésta guerra
tan particular y al mismo tiempo tan universal.
Por no alargarme entro ya en materia.
Soy fumador, para mi desgracia y, por serlo, me acosan, me
marginan, me persiguen, me imputan suicidios y asesinatos...
Me estoy matando al tiempo infecto y daño la salud de los
que me rodean. Yo no era consciente, cuando empecé a fumar,
de lo dañino que podía llegar a ser el tabaco aunque, muchas
veces he pensado que, entonces, hace más de cuarenta años,
los cigarrillos no contenían los aditivos perniciosos que
hoy nos hacen inhalar. El tabaco era un magnífico relajante.
Hoy nos venden mierda, nos venden droga, y ahora nos
advierten que también nos venden la muerte, la nuestra y la
de los que nos rodean. Eso sí, los Gobiernos se hinchan a
ingresar montones de euros, palian el desempleo empleando a
cientos de miles de trabajadores en plantaciones,
manufactureras, empaquetadoras, distribuidoras y puntos de
venta. Ésta es mi guerra; una guerra que declaro a los
Gobiernos y mandatarios, a los cínicos, falsos y embusteros
políticos que nos prohíben fumar mientras a menos de tres
metros de cualquier lugar se consiente una máquina
expendedora. Declaro la guerra a un sistema que se mantiene
sobre la burla, que nos enemista a unos y a otros con el...
¿Le importa apagar el pitillo? Es que me molesta el humo. Y
mientras, se crea en los fumadores, enfermos sin remisión,
un sentimiento de suicidas: "Nos estamos matando", o de
asesinos: "El tabaco perjudica a quien le rodea". Y dicen
que tiene un elevado costo para la seguridad social las
enfermedades que el tabaco causa... pues que se gasten el
dinero en curarnos, porque además yo pago mis cuotas a esa
seguridad social que se queja cuando tiene que atenderme.
Declaro la guerra porque no quiero esconderme para fumar un
pitillo, porque no consiento que me releguen a un rincón de
un local público, cuando ellos, los gobernantes, son los
únicos responsables de mi hábito.
Les juro que lo he intentado una docena de veces y no es la
falta de voluntad la que me hace reincidir, sino esos
asquerosos aditivos que mezclan con unas hojas inocuas y
que, en forma de apetitoso pitillo, nos llegan envenenados
en origen.
Quiero dejar de fumar, de verdad, lo digo convencido, pero
no puedo. ¿Lo entienden? NO PUEDO. ¡Socorro! Necesito ayuda.
Exijo la total, absoluta y drástica prohibición de las
plantaciones de tabaco, de su recolección, de su
transformación en pitillos y de su venta. Exijo el
encarcelamiento de todos aquellos que incumplan las
prohibiciones que exijo y exijo el encarcelamiento de los
que, desde arriba, se rían de mí. Ellos son los
responsables, no yo. Así que, mientras consientan todo lo
que he denunciado que no me digan que deje de fumar,
tiéndanme una mano y prohíban lo que hay que prohibir.