(para todos aquellos que vivieron una post-guerra cruel, y
para los que no la vivieron pero se la han contado, no siempre
decentemente)
Supermán llegó a mi algo más tarde que el Capitán Trueno y que
las Hazañas Bélicas. Aún resonaban los cantos de una guerra que
había ensangrentado tierras y familias en una espiral de odios
antiguos, de colores enfrentados con la Cruz o el Martillo como
amuletos.
El padre de Mustafá era un elegido de la Mehala (2), después de
haber servido en la guardia pretoriana del Caudillo (3) en el
Palacio del Pardo, donde a punto estuvo de un Consejo de Guerra
por haber dejado embarazada a Lucía, pero el juez togado militar
resolvió que la hija del sospechoso y republicano carnicero del
pueblo había seducido con artes impropias del recato femenino al
guardia de corps, y lo devolvió a sus tierras bereberes
obligándolo a servir a la Patria en las tropas nómadas, aunque
Mustafá no entendía muy bien a qué Patria debió referirse el
juez, ni de dónde eran nómadas las tropas.
El padre de Alberto era rojo. O había sido rojo. O no era azul.
Yo miraba al padre de Alberto cuando venía a buscar a su hijo
para la merienda, y, por mucho que lo intentaba, nunca conseguí
ver el rojo por ningún lado: se me antojaba un hombre gris y
pardo. Tampoco azul, desde luego, porque su mirada era sumisa, y
tenía canas prematuras y una caspa de miedo que adornaba el
negro de su chaqueta.
- Podríamos ir al Club Marítimo -dije-, a ver si encontramos a
las tres Marías.
- ¡Qué gracioso! Sólo tú puedes entrar.
- Pues os tiráis desde el cargador de mineral del puerto y os
espero en el Club.
- Claro -protestó Mustafá-, y en cuanto me vean los gorilas me
echan a la calle. Además a mi Mª Eulalia no me gusta: tiene
menos carnes que la rodilla de Ghandi.
- Jopé, Mus, todo son pegas para ti…
El Capitán Trueno mataba moros a diestro y siniestro con una
facilidad pasmosa. ¿Serían compatriotas del padre de Mustafá, y
era por eso por lo que siempre le echaban del Club cuando los
gorilas divisaban su pelo ensortijado, negro y repelente al
agua?
- Y una mierda -chamuscó Alberto-. Me niego a estar una hora
nadando para entrar en el Club. Si tanto te interesa entramos
los tres a nado, y si echan a Mus nos vamos los tres.
El mayor Schleutter había arrasado con sus panzers (4) los
arrabales de Dubrovnik. Las fuerzas rebeldes de Tito apenas
opusieron resistencia y corrían en desbandada por todas las
viñetas del "tebeo" de aventuras guerreras. Aquella hazaña le
iba a proporcionar al mayor, seguro, otra nueva Cruz de Hierro.
- Bueno, vale… Si queréis nos vamos a Rostrogordo a ver a los
grifotas (5)
Alberto y Mustafá no dijeron nada. Sabían que si nos pillaban
los de la Brigada de Vagos y Maleantes, mi padre me sacaría en
pocas horas de la Comandancia, y a ellos los ficharían para
siempre.
A mi padre le cogió la revuelta de viaje fin de carrera, en
Alemania. Había sido uno de los fundadores de Universitarios
Republicanos, pero algo le dijo, entonces, que la ley y el orden
estaban en el Bando Nacional, y recaló en Burgos vestido de
teniente médico y con una capa a lo Supermán para los fríos del
Frente del Ebro. Supermán siempre estaba al lado de la ley y el
orden, y contra los malvados, que no eran rojos aunque querían
subvertir los valores con su criptonita brillante. Mi padre,
ahora, era Nacional-catolicista, pero oía misa desde la puerta
exterior de los Sagrados Corazones (¿cuántos corazones eran
sagrados?) y se fumaba un cigarro, a escondidas, cuando llegaba
el Ofertorio.
- ¿Y si nos pasamos por la OJE? (6) -se le ocurrió a Alberto.
- Chupi. Creo que ya han sacado los Campamentos del Frente de
Juventudes.
- Equilicuá -masculló Mus-, y yo os espero en la puerta
sentadito y sin novia.
- Tampoco es eso, Mustafá. ¿tienes el carnet de brigada de la
Mehala de tu padre? -le pregunté.
- Sí, siempre lo llevo…
- Pues eso.
- A mí ya me adoctrinaron hace dos años -comentó Alberto sin
traslucir emoción alguna-. Igual nos podemos enrolar para
Montejurra. (7)
- ¿Estás tonto?: aquí no hay requetés. (8)
- Pues por eso…
Crispín, a veces, iba vestido como un requeté, y daba
mamporrazos a troche y moche a los infieles. Y el Capitán Trueno
torcía la sonrisa, con displicencia, rematando a los pocos que
sobrevivían. Un V-5, agazapado silenciosamente en las
profundidades del Estrecho, había destrozado con un único
torpedo a un destructor aliado. En Abisinia los versaglieris (9)
iban barriendo negritos sospechosos de colaboracionismo.
- Yo me apunto -le dije al del bigotito fascistoide cuando me
propuso lo de representar a Andalucía Oriental y África en lo de
Montejurra.
- Bueno, tú verás, pero el uniforme corre por tu cuenta…
- Claro -le respondí-. ¿Y estos? -interrogué señalando a Alberto
y Mustafá.
- ¿Eres imbécil? ¿Un moro y un rojo representando a la Comunión
Tradicionalista? Sería estupendo verlos gritar por los montes:
Dios, Patria y Rey… No digas memeces. Te pagamos el viaje y la
estancia, pero el uniforme va por tu cuenta.
- Que vale… Pero podríamos haber ido los tres.
Al padre de Alberto le acusaron de ser uno de los ideólogos de
la matanza de Paracuellos, y amigo personal de Lister (10),
aunque nunca conoció al general, y por Paracuellos ni siquiera
había pasado en los últimos quince años. Lo más que hizo fue
firmar, como Adjunto de Cátedra de Literatura Inglesa, un
Manifiesto Antifascista de la Universidad de Madrid, como la
mayoría de sus compañeros, cuando las tropas nacionales
comenzaron a asediar la ciudad. Mustafá el Raisuni, el padre de
Mus, hubiera querido hacerse cargo del hijo de Lucía, la del
carnicero del Pardo, pero el coronel Millán le puso firme en el
patio del Palacio y le propinó una seca bofetada que le hizo
tambalearse. Luego le escupió, con desprecio, un "infieles", y
cursó la orden para el Consejo de Guerra.
- Pareces un pimiento navarro -dijo Alberto cuando me vio
aparecer uniformado en el muelle.
- No te la quites, no, déjatela puesta… Él sabe, no es torpe…
-se burló inmediatamente Mus parafraseándole, dicho que los
maleteros del puerto habían inventado para reírse de los rifeños
que recalaban desde Marruecos.
- Dios, Patria y Rey -contesté a la burla con gesto altivo-. Por
cierto, Alberto -le susurré-, ¿de qué Rey se trata? ¿No somos
una Democracia Nacional-Sindicalista?
- Ni idea, chico… Por si acaso pregúntalo cuando llegues. A ver
si los de la Político-social (11) te meten en algún lío.
- Mejor no digas nada -comentó Mus-. Si te preguntas, tú les
respondes que en África están prohibidos los reyes, y que eres
representante de la Adelantada del Movimiento Nacional (12).
Igual te creen…
El Capitán Trueno nunca abandonaba su uniforme de cruzado, su
capa y su espada, así estuviera despachando infieles en Trípoli,
como navegando por el Mar Muerto. Y siempre culminaba sus razias
con un "Santiago y cierra España", que era de lo más sugerente,
aunque nunca entendí muy bien por qué y para qué había que
cerrar España, o para quién. Supermán era la Reserva Espiritual
del Occidente (13), transitoriamente y por eso de la victoria
americana contra el comunismo internacional (lo del Nazismo,
Musolinismo o Japonesismo del Eje, quedaron pronto aparcados
como un error inevitable); Crispín se había convertido en un
muchachote de Oklahoma que vendía periódicos mientras estudiaba
Ingeniería de Sistemas en la Universidad, y Schlautter, a pesar
de sus cruces de hierro, purgaba doce años de condena en
Núremberg porque los bárbaros vencedores nunca entendieron su
caballerosidad y destreza al mando de las divisiones panzers que
invadieron Siberia.
Desde el puente del Ciudad de Algeciras veía cómo Alberto y Mus
agitaban sus pañuelos deseándome suerte. En el muelle también
estaban el padre de Alberto y Mustafá el Raisuni, con su
uniforme de brigada de la Mehala y su tarbus rojo, atentos a mi
marcha.
Mi padre no había venido: me despidió en casa dándome un beso y
un apretón de mano, mientras me decía: cumple con tu misión,
hijo…
"Puente de los Franceses,
Puente de los Franceses,
Puente de los Franceses
mamita mía nadie te pasa,
porque los madrileños,
porque los madrileños,
porque los madrileños
mamita mía que bien te guardan…"
NOTAS:
1- Letra de una canción de la Guerra de España, con música de
Los 4 muleros, que se cantaba durante el asedio a Madrid.
2- Tropas especiales moras encuadradas en los Tercios Regulares,
casi todas provenientes de la Guardia Mora de Franco.
3- Denominación del General Franco.
4- Divisiones acorazadas y motorizadas alemanas que invadieron
media Europa.
5- Fumadores de grifa, hachís o marihuana.
6- Organización Juvenil Española, de adscripción casi
obligatoria en la post-guerra.
7- Lugar en las montañas navarras donde todo los años se
celebraba una romería político-folclórica los tercios requetés.
8- Tercios de la Comunión Tradicionalista del Norte de España,
que junto con la Falange de José Antonio y las JONS (Juventudes
obreras Nacional-sindicalistas de Onésimo Redondo) colaboraron
en la Guerra de España con las tropas insurrectas y vencedoras.
9- Tropas de Musolini, ataviadas con un llamativo casco con
plumas y que desfilaban a paso de marcha corrida.
10- General republicano, famoso por la defensa de Madrid.
11- Policía encargada en las post-guerra del control de los
desviacionismos ideológicos y políticos del Partido Único.
12- Nombre con el que se conocía a la ciudad de Melilla, por ser
donde se originó y comenzó el Alzamiento Nacional, o la
insurrección contra un régimen democráticamente elegido.
13- Concepto que el Régimen Nacional atribuyó siempre a la
España vencedora.
ESTE ESCRIBIDOR NO DESEA, EN NINGÚN CASO, CREAR NINGUNA POLÉMICA
POLÍTICA CON SU RELATO. SÓLO HA INTENTADO NOVELAR PARTE DE SUS
VIVENCIAS Y FANTASÍAS SOBRE UNA ÉPOCA.