La vida sigue... Claro, y además, como siempre. Quiero decir que
no ha variado un ápice desde el principio de los tiempos, cuando
los primeros homínidos recorrían trochas y baldíos estaca en
ristre a la búsqueda de todo cuanto pudiera servirle para
mejorar el statu quo.
Ya entonces, aunque apenas habían aprendido a echar los primeros
pasos como Dios manda, es decir, erguidos y caminando sobre las
patas traseras, nuestros cavernícolas antepasados sabían -a su
manera- que dos y dos son cuatro, y que el que parte y reparte
se lleva la mejor parte. ¡Que si lo sabían! Joé, lo llevaban en
la sangre... Algunos, sobre todo el más forzudo y bestia del
equipo -Bankelephant para los amigos-, sabía que, si de los diez
conejosaurios que había cazado el grupo le daba uno a cada uno
de los tres compañeros de armas, a él le quedaban siete para él
solito, con lo que tenía asegurado el papeo para una semana y,
además, si se terciaba, cambiarle un par de ellos al macarra del
otro lado del río (Bankmammot, otro archibestia como él) por
alguna de sus hembras. Y dicho y hecho: este pa ti, este pa ti y
este pa ti... y estos tos pa mí. Los demás -pura chusma
proletaria- se miraban entre ellos compungidos, cabizbajos,
meditabundos... Pero, a ver quién tenía cojones de revelarse
contra aquel jambo que le pegaba un guantazo a un tío y le
arrancaba la cabeza de cuajo.
Con el tiempo, el jambo se dio cuenta de que, si se iba a
buscarse los garbanzos con la chusma, ya no le daba tiempo para
tirarse la juerga con la chocholoco de Pilivixen ni para cogerle
las vueltas a Bankmammot y hartarse de brevas en su higuera. Y
lo peor, que no podía sentarse tranquilo al borde del arroyo y
aclarar aquellas cosas que le daban vueltas por el meollo, cosas
que él sabía que eran buenas para todos -sobre todo, para él-,
por ejemplo, lo de... Y fue entonces que cogió a Governwolf
-otro macarrilla como él, pero de medio pelo- le dio una de sus
mejores trancas y le ordenó que le llevara el mando, el orden,
las cuentas y los repartos de cuanto trincara su pandilla. "Y ya
sabes... la mitad es mía y la otra mitad pa ustedes. Ya tú te
encargas de hacer el reparto como te salga de los cataplines...
Y ¡ojo!, estamos..." -le dijo señalando la tranca.
Éxito total... Y, al poco, Governwolf -amplio de poderes y
consolidado ya como mano derecha del baranda- hizo a su vez otro
tanto y delegó algunas funciones entre sus más fieles. A
Treasurylinx lo nombró preboste de cuentas y saqueos, a
Defensetiger, caporal de trancas y operaciones, a Justicemole,
jerifalte de orden, garrote vil y mangoneos varios... Etcétera.
Mientras tanto, el chusmerío, diseminado a lo largo y ancho de
su rupestre paleogeografía, pero muy unidos -y fieles y sumisos
a su bandera, grupo y tranca cada uno de ellos- seguía
multiplicándose y aportando pequeños y fidelísimos cipotes -chusmocontribuyentes,
en gr. ant.- al censo de cada una de las novísimas y
cuaternarias chusmosociedades (A estas alturas fue cuando, el de
arriba, viendo que su último invento no era todo lo bueno que
esperaba -seguramente que el muy puñetero del "Luci" le había
adulterado el barro -pensó-, cogió el almanaque, pintó de
colorado la fecha, recogió las herramientas y, tras decir
"Bueno, ya hoy es domingo...", se metió una buena ducha, se
tumbó en el celestial diván y descansó. Y hasta hoy...).
Pues, como les decía, la vida sigue... ¿Igual? Bueno, no
totalmente... Por ejemplo, a Bankelephant, a Bankmammot o a
Bankleo (este último, de una caterva más al norte), les han
sucedido los Bankvulture, Bankvampire o Bankhyena (algunos de
los hijos que tuvieron con la Pili y con las amigas de la Pili),
más finos de coco y más capaces ellos. Y a sus lugartenientes,
sus más próximos y fieles vasallos, tres cuarto de lo mismo...
En fin, que para qué seguir, si ya la imaginación -¡fantasioso!-
le está haciendo ver cosas donde no las hay. La vida sigue
igual, claro: un montón de cipotes -o chusmocontribuyentes, como
Vd. quiera, ya que entiende el griego- dejándose los sudores,
las horas y la vida en los tajos, para que cuatro hijos de Pili
de cultivado intelecto tengan tiempo para inventarse fórmulas
matemáticas e ingeniería financiera, cuidarse el ombligo,
arrimarle pelo a lo de más abajo e ir a comerse las brevas a la
higuera del vecino.