Estoy demodé, pasado, anticuado. Vivo fuera de la realidad
de nuestros días. Al margen de estos tiempos volubles y
vertiginosos. Casi, casi, podría afirmar, sin posibilidad de
equivocarme, y a pesar de leer a diario la prensa de
distintas tendencias, que no me entero de nada de lo que
ocurre porque la gente lo quiere.
Si, en alguna ocasión de tiempos pasados, me hubiese
planteado esto que hoy parece va a conseguirse, mi vida
sería diferente. Pues "no van y nos dicen" que, hala, a
cambiarse de sexo y "de gratis".
Toda una vida de trabajo y esfuerzo para amontonar unos
ahorrillos que me dejasen vivir relajado una vejez larga y
serena. Toda una vida de sudores, a veces muy fríos, para
acabar con la dichosa hipoteca, con la crianza y educación
de mis hijos, con el disfrute, en breves viajes, de nuestra
querida y rica España recorriendo lugares, conocidos unos y
ocultos otros. Toda una vida de apretones y sufrimientos
¿para qué? He fracasado. Ahora, cuando todo es tan fácil, y
tan barato, lo que vamos a conseguir después de décadas de
lucha, de nada me serviría. ¿A dónde iba a ir yo, a mis
años, con un par de tetas de silicona? ¿Cuánto tiempo
precisaría para aprender a andar con zapatitos de tacón? ¿Me
atrevería a lucir, por debajo de la falda, mis peludas
pantorrillas? ¿Podría, al hacer la compra, pedir un
calabacín con mi ronca voz de viejo fumador? No sé, no sé.
Quizá todo se me hiciese un poco cuesta arriba, pero
llegaría el consuelo pensando que muchos millones de
españolitos silenciosos habrían, con su dinero, pagado la
amputación de mis atributos pronto inservibles. Les
agradecería, hasta el infinito, el esfuerzo tributario que
hicieron para que yo (es un supuesto), un simple maricón
camuflado, pudiese, a estas alturas, aparentar lo que nunca
fui. Y podría casarme con un macho tan maricón como yo. Y
adoptar hijos que maldita la gracia les hará cuando puedan
comprender el alcance de su tragedia. Y tener derechos
derivados del vínculo conyugal y, ganada esa batalla, seguir
la lucha, deleznable lucha, contra la Iglesia, sus dictados
y sus doctrinas, y manifestarme por las calles en triste y
vergonzante espectáculo, y brindar por el triunfo de una
estupidez.
Gracias, gobernantes de turno. Gracias por administrar de
tan portentosa forma la ruina de nuestra seguridad social.
Gracias por eliminar un problema.
Toda la fauna de maricones y lesbianas, nuevas mujeres del
siglo XXI, están exultantes de felicidad, pero aún les
quedan las caries y las muelas picadas y los colmillos
caídos porque eso, lo del dentista, no se lo paga nadie.