Son fechas en las que solemos encontrarnos con gentes
distantes el resto del año, y con familiares de poco trato.
Recuerdo un cuento que publiqué con este argumento. Trataba
de eso, de reencuentros con familiares alejados por motivos
de trabajo, de distancia geográfica o de la otra, que es
peor, la distancia de los sentimientos, y ese cuento acababa
en un asesinato frustrado.
Hoy he presenciado una escena revestida de un profundo
desamor.
La tarde, calurosa como las que la han precedido en este mes
de agosto, sólo invitaba a tomar una cerveza en la terraza
de uno de los bares de la plaza, y eso estaba haciendo con
algunos amigos. Junto a nosotros, en un velador cercano, un
matrimonio joven hacía lo mismo. A ellos se les aproximó una
pareja de su misma edad y se saludaron con un beso.
En seguida percibí la carga explosiva de ese beso. Al
instante me di cuenta de que no era un beso afectivo, sino
un beso de compromiso, resquebrajado por alguna historia
sucedida entre ellos. Beso cargado de hiel, beso que,
violento, afloraba obligado desde el interior de heridas aún
abiertas y sangrantes, tras el cual quedaron sentados los
que sentados estaban y se alejaron los que acababan de
llegar.
A mi lado estaba Antonio.
Antonio es un hombre de este pueblo. Un gran conocedor de
sus gentes y de su historia y somos muchos los que acudimos
a él cuando queremos información sobre algo, cuando
necesitamos que nos refresquen el pasado de esta tierra o,
simplemente, cuando queremos reafirmar un cotilleo.
En voz baja, cuchicheando, le pregunté con cierta ironía:
- ¿Has visto qué cariñosos?
- Sí, hombre, estaba cantado. Desde que les vi asomar por la
esquina de la plaza, pensé que iban a saltar chispas.
- No me digas, ¿Les conoces?
- ¿Cómo no iba a conocerles?
En unos pocos minutos me puso al corriente de la situación
familiar que, a aquellos hermanos, había llevado a semejante
distanciamiento. Me habló de su familia, originaria del
pueblo, de su partida a otras tierras y de sus esporádicos
regresos, por separado, en los días de las fiestas en honor
a la Virgen de agosto, y me habló, como no, de rencillas aún
sin olvidar.
Rebobiné, recuperé la imagen de aquél hiriente beso y
pensé...