I
Cuando aún confesaba mis pecados
y mi niñez jugaba con las olas,
yo descubrí tu cuerpo de amapolas
entre sueños de amor atormentados.
Yo recorrí la piel de tus costados
en mis noches de insomnio; tan a solas,
que mi miedo se hundía en tus caracolas
huyendo de fantasmas trasnochados.
Yo conocí tu amor -fuego escondido-
y fuiste la pasión, el frágil nido,
para mi cuerpo púber, amor de luna...
Aprendí tantas cosas que la vida,
-aunque nadie siquiera se lo pida-
me las recuerda todas, una a una.
II
Tu fuiste, para mí la asignatura
que hizo de mi niñez todo un muchacho,
que despertó mi condición de macho
y fijó mi placer en tu hermosura.
De tu agreste y vital arquitectura
yo te viví tu vida, cacho a cacho,
y me bebí tu amor, como el borracho
que se embriaga, apura que te apura.
En cada hora de tu madrugada
fui tu noche, tu estrella, tu lucero,
la cóncava ternura de tu almohada.
Y en cada despertar, en cada aurora,
el aire, Amor, el aire mañanero
que te abraza, te quiere y te enamora.
III
Siempre viví contigo, de tu mano,
que era estar junto a ti, estar contigo
siendo amante a la par que siendo amigo
en mi pequeña condición de humano.
Ahora me dices que mi amor fue vano
y sobre mí descargas tu castigo...
Mira en la era como ama el trigo
el beso de la trilla a cada grano.
Si te he fallado, amor, no me abandones.
No me dejes perdido, a mi albedrío,
que no quiero buscar más corazones...
Quiero tu amor, Amor, porque es el mío;
porque rompimos moldes de ilusiones
y al mar llegamos por el mismo río.