En el 60 aniversario de la liberación de Auschwitz.
En el comienzo de nuevos Campos de Exterminio.
Cenizas sobre blanco...
Los huesos
miran la soberbia de la estirpe
desde el baluarte de los dioses
con medallas.
Susurros sobre rojos...
La sangre desboca la inocencia
en ojos sin mirada a punto del suicidio
en hambres interpuestas.
(El hombre galopa contra el hombre entre caballos de ira y de
abandono. Caníbales en músicas solemnes y refinados gestos de
teatro. Es tiempo del desprecio. Es la hora de la Ópera bufa con
monóculos y galones)
Se refugió el dolor
en las clandestinas muertes
de albatros sin alas ni discursos,
en el gas
que martillean las máquinas impuras
de la guerra, en el gris
del miedo y del estiércol,
tras el humo cobarde
que inmola los labios de lo inútil.
(Tiempo de esconder la mirada en el miedo al miedo o al deber
impuesto. De botas marcando el paso de una raza que pavonea sus
asesinos instintos agazapada en filósofos acomplejados y locos e
impúdicos visionarios, mientras la tierra sucumbe a la sordera
de la sangre)
Aún huelen
los campos sin trigo y con espuelas;
aún se toca la noche
agazapada en números sin rostro;
aún
los uniformes rallados, aún las cabalgatas
del exterminio
caminan hacia las duchas sin agua
mientras los poderosos juegan a liberar el mundo
y vibra Tanhauser
en los altavoces del Campo.
(Hoy es tiempo del recuerdo y de la espada, no de los rezos y de
las velas. De reventar Guantánamos y Faluyas, Palestinas y
Afganistanes. De quemar las medallas y de enjaular a los
visionarios que propugnan libertades a base de guerras y
destrucciones. De desenmascarar a los Salvadores del Mundo, de
un mundo que no será de nuevo gaseado en tanto convenga y sirva
a los intereses del poderoso, que siempre tendrá un Wagner (o un
gurú religioso) para disfrutar en su rancho de descanso mientras
se santigua fervorosamente y eleva los muertos a un dios
silencioso...)