"¡Libertad, lazo de amor,
talismán que honra y escuda,
la humanidad te saluda
como su gloria mejor!" Concepción de Estevarena
Concepción de Estevarena, sevillana como
Bécquer, y estrechamente vinculada a los círculos literarios de
aquella ciudad. Al igual que Bécquer construye el poema a base
de una organización dual que opone un grupo de imágenes a otro,
manteniendo un equilibrio difícil. En su poema "Luchas", el tema
del enfrentamiento de la fantasía y la ilusión con la realidad
se desarrolla en el juego de una serie de oposiciones: luz /
sombra, esperanza / dolor, ilusiones / penas, corazón /
pensamiento.
Esta poetisa no reproduce ningún yo ideal: ni el masculino,
domador del "rebelde, mezquino idioma", del verso becqueriano,
ni el femenino, el dulce y monocromático ángel de hogar, de sus
predecesoras románticas. Lo que marca la voz lírica de la
poetisa sevillana es la problemática de un sujeto que no
encuentra ninguna posición segura y respaldada en su sociedad,
que escribe desde la duda de su existencia social "Si no soy
..., ¿por qué sueño? / Si algo soy...; ¿por qué vacilo?",
pregunta en "Vacilaciones". Y concluye: "anhelar mucho, ser
nada; / he aquí mi historia ignorada". La subjetividad para una
persona que no ocupa una posición reconocida es un proyecto de
ser; su ser social no existe. La biografía de Estevarena hecha
por su prologuista, José de Velilla, hace patente la terrible
inseguridad de la mujer de clase media que, como ella, llega a
ser huérfana, sin hermanos, soltera, pobre y enferma. Vive en
esta especie de no existencia social que la poetisa representa
en "Hojas perdidas", una transformación perturbadora del tópico
que se basa en la analogía mujer/rosa. Para esta poetisa, ser
mujer no es ninguna esencia, sino todo lo contrario.
Rafaela María de la Concepción Ana de la Santísima Trinidad de
Estevarena y Gallardo nació en Sevilla, en el número 21 de la
calle Siete Revueltas, el 10 de enero de 1854. Su hogar era
modesto y su madre muere de cólera en 1855 cuando Concepción
tiene diecisiete meses. Su padre, mayor, coarta su vocación de
poeta, prohibiéndole escribir versos. Ella se lo promete. Pero
cuando su padre no está escribe en las paredes, memoriza las
rimas y las borra.
Durante su juventud, vivida entre estrecheces económicas,
cuidaba a su anciano padre. Sin embargo, Sevilla le brindaba un
ambiente literario bastante rico. Tenía bastante fuertes
relaciones de amistad con la familia Velilla, sobre todo con
José, escritor, y su hermana, Mercedes, también poetisa de
mérito. Empezó a dar a conocer sus poemas en el Ateneo de
Sevilla.
Cuando murió su padre el 9 de agosto de 1875, tuvo que pedir
limosna para poder enterrarlo. No teniendo parientes cercanos,
se recogió en casa de los Velilla y empezó a publicar su poesía
en El Correo de la Moda de Madrid en 1876. En ese mismo año la
reclamó un pariente distante que era chantre de la catedral de
Jaca. Concepción ya muy enferma de tuberculosis, se despidió de
sus amigos sevillanos e hizo el triste viaje a Jaca, donde murió
el 10 de septiembre de 1876. El acta recoge que "muere soltera
de 22 años dedicada a ocupaciones domésticas sin testar".
Después de su muerte, sus amigos y admiradores sevillanos le
dedicaron una velada y una corona poética en la tertulia de la
baronesa de las Cortes. José de Velilla recogió los manuscritos
poéticos de Estevarena y la corona poética en un tomo, Ultimas
flores, que se publicó con un prólogo suyo en 1877.
Su obra fue poco divulgada en su tiempo, probablemente debido a
la advertencia, escrita en su único libro por los herederos de
la autora, quienes "perseguirán ante los tribunales a los que
reimpriman (la obra) sin permiso".
Estevarena no duda en dialogar con los dos máximo representantes
del romanticismo español, Espronceda y Bécquer. A la Rima I en
que Bécquer da cuenta de su proyecto poético como esfuerzo de
traducir en las palabras de "un himno gigante y extraño" las
visiones creadas por su imaginación contesta la poetisa
sevillana que el objetivo debe ser "de libertad el sacrosanto
himno". Al referirse a "notas, murmullos, huracanes y risas /
palabras y suspiros" añade a los "suspiros y risas, colores y
notas" de Bécquer los murmullos y huracanes del poeta liberal
del Diablo mundo. Sin embargo, en ninguno de los dos poetas ha
encontrado "el himno deseado".
Pese a su profundo sentimiento de marginación, Estevarena busca
en la noción de libertad un terreno de encuentro con los
proyectos colectivos. En ¡Libertad!, poema que escribió en lo
que resultaron ser los últimos meses de su vida, afirma frente a
la derrota de la primera República que la libertad alienta el
pensamiento y es "lazo de amor" entre los seres humanos.
Y como dijo nuestra poetisa: "La libertad presta aliento / al
pensamiento que crea, / porque es la primera idea / que brota en
el pensamiento; / ella es luz y es sentimiento; / y es fuerza
que la respeten, / pues, aunque su marcha inquieten / almas a
sus luz ajenas, / no habrá quien labre cadenas / que a la
libertad sujeten".