Nada es real excepto ahora
que hay muestras de antes
tan difusas,
al son de un tomavistas
disfrazando a su ritmo
el movimiento:
Imágenes de ayer.
Quiméricas noticias.
Ahí salgo yo.
Dicen que era yo la niña rubia;
la observo atentamente.
No recuerdo ese rostro
en el espejo
que evoco con frecuencia.
Recuerdo hablarle
al reflejo de mí misma,
si llegar a recordar
la cara de la oyente.
Tan antiguo es el mundo
bajo el ruido del motor
al girar de la bobina;
tan caducas las formas
y las luces,
que me cuesta admitir
que estuve allí.
Los años salpican la escena
y sus hilos retorcidos aparecen
bailando en primer plano.
Intrusos fugaces
que no tienen respeto
por la historia
Hebras negras que no son
de ahora ni de entonces,
y me sirven como puente
de arrastre. Tiro de mí
hasta el secuestro.
Hay un fondo triste
en este Super-8,
y quiero repararlo.
Voy a filtrar miradas
y extraer la niñez reparadora
de la infancia que no tuve.
Podría ser mi madre.
Ser capaz de abrazarme
con dulzura
y aceptarme como era.
En el último momento
me parece todo tan lejano
que me siento desahuciada
de secuestro.
Vivo, lucho y sobrevivo
con la única esperanza
de mi rapto.
Mi propio y último rapto
se hace indispensable.