Sé que un día como hoy, rezaré por ti. Por tus ventanas -que ya
serán de nadie- entrará a raudales esa luz viscosa y blanquecina
que se filtra en las estancias cuando se quedan vacías. Mi
mirada rodará por el suelo y las marcas de madera deslucida
rememorarán los muebles que se fueron después de ti, arrastrando
hasta el camión de mudanzas los últimos restos de mis recuerdos
de infancia.
Sin embargo, ya hacía mucho tiempo que no jugaba a encaramarme
bajo la mesa de papá, transformando el hueco en cueva protectora
y la oscuridad del despacho en imaginaria y negra intemperie. Ya
hacía muchos años que no abrazaba los trapos que envolvían a mi
muñeca, yo misma deseando haber sido ella, si pudiera haber sido
yo quien la abrazara.
Rezaré por ti y me perdonaré a mi misma por haber tardado tanto
en perdonarte. Creerán que sólo lloro por la madre muerta y sólo
yo conoceré los secretos que esconden muchas de mis lágrimas.
Tu marcha y mi perdón dejarán limpia y desnuda la memoria, y
entonces veré de nuevo a la niña tierna, refugiada en el hueco
de tus brazos. Ella me contará que tu regazo olía a flores y que
había bondad en algún rincón de tu mirada. Ella me recordará que
un día tuve una madre. ¿Buena madre? Una madre; al final es casi
todo lo que importa.
Rezaré por ti, ya sola, entre las puertas cerradas de un espacio
de nadie, en una dirección que no volverá a imprimirse bajo tu
nombre en ninguna tarjeta de visita.
Le pediré a la vida que amaine tu muerte y que te lleve despacio
hasta ella, con ternura serena. Que tu marcha sigilosa aplaque
el alboroto de mis pensamientos. Que tenga yo tiempo de retirar
de tu barca mis propios aparejos, antes de verla perderse por
desconocidos horizontes. Que no mueran contigo retazos de mí.
Que tu muerte no llegue a mutilar el pulso de mi vida.
Rezaré por ti y por mí. Cubriré mis hombros con el cálido perdón
que me exime de que no haberte perdonado antes, y saldré de tu
casa sin olvidar cerrar la puerta que encierra todos los dolores
ajenos al luto.
El movimiento de la vida me esperará afuera y el aire helará un
llanto lleno de dolor y de vida. Regaré tu calle amueblada de
recuerdos con lágrimas que ya sólo llorarán tu muerte.