Nos cuesta mucho, cuerpo, el adiós tan temido...
¿Cómo despertaré después de ese viaje
en que yo te he dejado, maleta en un andén,
y sigo el recorrido con las manos vacías,
como vela sujeta por un jirón al palo
una vez desgarrada por las uñas del viento?
¿Cómo caminaré sin tus pies ni tus ojos,
y tú qué sentirás, barca sin timonel,
hundiéndote en el fango de los siglos que vengan?
Una terca esperanza me dice que ese día
no te echaré de menos, porque llevo una escala
para trepar los muros donde un reino verdea
para aquellos audaces que tanto lo soñaron,
mientras tú, satisfecho de haber sido morada
de mí, ya espíritu, por fin liberado y gozoso,
mostrarás tu sonrisa desde la calavera.