Hace dos años tuve la oportunidad de viajar a España gracias a
un golpe de suerte que algunos califican de merecido y otros de
oportuno, y que yo no entro a categorizar para no ofender a mi
golosa vanidad.
En mi corto periplo quise, además de estar en buena compañía (el
premio me permitió llevar a mi esposa, y quiso la fortuna que
pudiera encontrarme allí con algunos amigos), recorrer los
sitios culturales que ofrecía la Madre Patria. Por supuesto,
busqué lo andaluz y lo agitanado. En Colombia, el flamenco es
sinónimo de España y era imperdonable regresar de allí sin ver
algún espectáculo. Las restricciones de tiempo y dinero me
alejaron de visitar la querida tierra que me acogió como
escritor hace más de cinco años, y de paso saludar al grupo de
personas que componen la revista Arena y Cal. Pude, eso sí,
apreciar el cante y el baile en una acogedor sitio de Madrid,
aún recuerdo el zapateado y el estilo festero que nos dejó
impresionados por mucho rato.
La vida trae oportunidades para el recuerdo y ahora el viaje
pasado se me agolpa en el sentimiento al escuchar a María Rosa
García García. Como lo vaticinaba su apellido, doble sorpresa me
he llevado. Una amiga, propiciadora del obsequio, me dijo que
debería escuchar a la Niña Pastori, una joven cantaora de
flamenco y para ello me ha enviado su más reciente disco. Yo,
simple aficionado, he esperado escuchar flamenco en la voz de
una cantaora infantil y me he quedado con las ganas.
No me dio mi amiga más pistas y por eso me he perdido. Pero
ahora he investigado más acerca de Niña Pastori, debido a que su
voz lleva cautivo a quien la escuche y no soy la excepción. El
origen gaditano de la cantante me llevó a querer investigar más
de la "Cañaílla"; pues, ya lo dije, conozco algunas personas de
esas tierras y mares y quise imaginarme estar entre ellos,
compartiendo unos momentos tan gratos como la amistad que me han
brindado.
Su potencia conmueve, pasa una corriente por la piel hasta el
estremecimiento. Quizás un presagio al imaginar una reunión de
amigos en Cádiz, cantando a coro sus canciones y al calor del
afecto que por allí me tienen. Entusiasmarse con personas de
corazón franco y abierto, con gentes llenas de ideas que las
persiguen hasta lograrlas, es una tarea fácil para quienes
pretendemos ser agradecidos. Desde las imágenes que me trae esa
canción, que me susurra la Niña Pastori, viene una invitación a
conocer las personas que no sólo creen en lo que hacen, sino que
lo sienten y transmiten. Las probabilidades de que se presente
una segunda oportunidad se agotan entre mi formación como
estadístico. Estamos hechos de sueños y quise compartir uno con
mis lectores. Quizás algún día se cumpla. "Puede ser".