“Tú
tendrás estrellas que saben reír” -dijo a un aviador solitario
un niño capaz de ver la oveja perfecta, a la medida exacta de
sus deseos, a través del dibujo de una caja cerrada.
Ellos son nuestros magos de los colores, si está en sus
aspiraciones, las estrellas se tornarán cascabeles.
Mi hija Sarah fue muy demorada en el habla, según los expertos
“había relegado el lenguaje oral en aras de otras formas de
expresión”, entre ellas la pintura. Es una niña de una
sensibilidad especial, a quien le gusta comunicarse a través de
figuras que denotan sus sentimientos. A veces le traigo un
regalo y me obsequia una hoja llena de corazones sonrientes, si
tengo que ausentarme por varios días, me espera con innumerables
dibujos de “una niña al lado de su mamá”.
Desde hace un tiempo, tiene una especie de alter ego: un
payasito. Cada día, al llegar de la escuela, en lo que preparo
su cena, se sienta con sus cajas de lápices y rotuladores. En
una hora es capaz de llenar un archivo de nuevas creaciones,
entre las que nunca falta el payaso. Ora juega con otros niños,
ora hace malabares con pelotas, ora sonríe mientras hace
equilibrios.
Los que conozcan a la princesa majadera saben que no necesito
castigos, amenazas o palmadas para lograr su obediencia, le
basta con captarme el tono de voz, o la expresión un tanto
alterados. En las pocas ocasiones en que la regaño, la tristeza
le dura tanto que me remuerde la conciencia, sólo mi aspiración
a ser una buena educadora me ayuda a no transigir.
Hace unos días, tomó un frasco de cristal y salió corriendo con
él en la mano por toda la casa. Más asustada que otra cosa, le
arrebaté el recipiente, lo puse en alto y le dije: “¡No lo hagas
más, las niñas lindas no hacen eso!”.
Mi duende se marchó, cariacontecida, rumbo a su cuarto. Cuando
ya daba el incidente por olvidado, me trajo este dibujo y con él
toda la pena que sentía por haber hecho algo que no fuera de mi
agrado.
Hoy el payasito está triste -me dijo antes de regresar a sus
páginas en blanco, que, como cajas cerradas, siempre encierran
sorpresas.
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