El término "caradura" lo despacha el Diccionario de la manera
más sutil: dice "sinvergüenza", y hay queda todo. Se advierte
que los sesudos patriarcas de las letras patrias no tenían
muchas ganas de complicarse la vida en verle las tripas y
describir las muy diversas acepciones que tiene y con las que se
aplica la dichosa palabreja.
Pero no estaría bien dejar pasar la ocasión sin señalar el buen
número de sinónimos o términos con significado análogo a éste
que, en el uso cotidiano, define a la persona que, generalmente,
en beneficio propio, comete actos reprochables, a veces de
dudosa legalidad, otras rayanos en la inmoralidad, y casi
siempre con un absoluto desprecio a los derechos y potestades de
los demás. Tunante, pillo, granuja, perillán, bribón, charrán,
pinta, randa, golfo, pícaro, truhán, fresco, indeseable,
bergante, tronera, desaprensivo, perdulario, bellaco... Etc.
Los caraduras, y las acciones propias de caraduras -a veces el
que comete la acción es un simple mandado-, abundan tanto hoy en
día que raro es el que se libra de padecerlas. Veamos unos
ejemplos.
Se dispone Vd. a meterse en la ducha, cuando suena el teléfono.
Lo coge su hijo. "Papá, para ti, del Departamento de Salud,
dicen..." Vd., extrañado, no tiene más remedio que cerrar los
grifos, vestirse de toalla y agarrar el artilugio. "Sí...
¿Cómo...?" Entonces, y tras que la amable señorita del
"Departamento de Salud" le informe de las múltiples maravillas
de sus colchones de auténtico látex, es cuando a usted comienzan
a venirle las ideas de un tigre y a cagarse en la madre que
parió a tantísimo hijodeputa...
Esto mismo es aplicable a la llamada del "Departamento Central
de Educación y Enseñanza", donde, tras un más o menos largo
preámbulo de preguntas relacionadas con el nivel escolar de sus
hijos, la amable operadora de turno le insistirá hasta la
saciedad de las innumerables ventajas de su revolucionario
método de inglés con DVDs y profesorado interactivo. Ítem más,
la de la "Dirección de Planificación y Desarrollo", donde, aún
sin aclarar lo de que la misma no proviene de ningún organismo
oficial, la amable telefonista tratará de colocarle su excelente
batería de cocina de acero tratado y pomos en oro de 24
quilates.
Pero la palma de la granujería y la caradura se la llevan
algunas operadoras de telefonía. Una forma de operar es la
siguiente: la inevitable llamada en la que la señorita de turno
le propondrá su nueva y ventajosísima campaña de conexión a
Internet con ADSL y llamadas de voz completamente gratuitas.
Bastará con que Vd. no deje bien sentado un no rotundo y
categórico (¡ojo, le están grabando todo cuanto diga!) para que,
en vuelta de pocos días, comience a ver un nuevo cargo en su
cuenta corriente emitido por su nueva operadora de teléfono. Si
investiga un poco verá que ha dejado de ser cliente de su
compañía de toda la vida (que también le seguirá mandando su
facturita por la línea y demás servicios) y ha pasado a ser
usuario de la Cía. Tal y Cual. Aunque Vd. no aceptara ni
remitiera firmados los papeles que le enviaran para solicitar la
marcación directa, ni contratos ni documentos de ningún tipo. Y
la compañía de toda la vida, ni pio...
Otra fórmula es la del comercial que llega a la puerta de su
casa -prefieren a inocentes ancianitos o personal de no muchas
capacidades intelectuales-, se presentan como agentes de "la
compañía de teléfonos" y le solicitan una factura para cotejar
los datos e incluirles en las nuevas tarifas que le van a
resultar más económicas. Firmita por aquí ...y listo.
Sobre estas últimas acciones hay miles de denuncias (incluso en
el programa de Canal Sur, Siete Lunas, se ha denunciado
repetidamente), pero ...que si quieres arroz, Catalina.
Los caraduras (y ya que están tan de moda los anglicismos,
permítanme el término "caraduring" para nominar sus acciones)
seguirán ahí, dándonos por el culo con sus inoportunas llamadas
y aprovechándose cuanto puedan de los humildes y pacientes
ciudadanos. Por ello, y aunque parezca un acto descortés,
propongo que cada vez que suene el teléfono y no sea Carlitos o
la prima Puri, se le diga "sí, un momento" y se ponga el micro
teléfono sobre la mesa hasta que se oiga el clásico pip, pip,
pip que señala y asegura que la amable operadora se hartó de
mirar las moscas. Cuando a las pacientes y tenaces
teleoperadoras les pase esto una y otra vez a lo largo de las
chorrocientas llamadas a las que se ven obligadas cada día, es
posible que les pase por la cabeza lo de levantarse de la
operaduría y poner el cargo a disposición del encorbatado
personaje que se oculta tras la puerta de Dirección..., que es,
en definitiva, al que se le ocurrió y dirige la cabronada y el
que hace que mi vecino, y usted, y un servidor, tengamos que
perder las formas cada dos por tres y estar cagándonos en la
madre que parió a tantísimo hijo de la gran puta...