Rafael Masedo Martínez (texto) SARAH GRAZIELLA RESPALL (ilustr.)
La Habana (Cuba)
"A mis nietos Daniel, Celia y Daniel"
Si
os habéis imaginado alguna vez haber podido conocer un ser de lo
mas desgraciado, seguro que no lo sería tanto como Desdentado,
que así se llamaba el cocodrilo de nuestro cuento. Este era ya
el colmo de la desgracia, pues había nacido sin dientes.
Fijaros bien: Desdentado no tenía un solo diente en toda su
grandísima boca, lo que le hacía parecer el cocodrilo mas
ridículo del mundo. Además, esta fealdad no era lo mas grave de
este defecto que le aquejaba, pues, como podéis imaginaros, al
verse privado de su dentadura, el poder alimentarse
adecuadamente era un grandísimo problema.
La primera etapa de su juventud la pasó mas o menos apuradamente
comiendo cositas menudas que se tragaba de un golpe, pues no
podía masticar nada con su desdentada boca, pero, a medida que
fue haciéndose adulto y, como es natural, las presas que
precisaba para su alimentación tenían que ser mas grandes, se
veía con muchísimos apuros para tragárselas sin masticar.
Además, su estómago se quejaba en muchas ocasiones de no poder
asimilar aquellos trozos tan grandes y se veía frecuentemente
aquejado por grandes dolores de barriga.
Comprenderéis que esta forma de comer no es la mas adecuada a un
gran cocodrilo, que precisa de grandes cantidades de alimento y
cuyas presas suelen ser grandes herbívoros que precisan ser
convenientemente troceados para poderse ingerir. Pasa como si
vosotros tuvieseis que comer un pollo o un cordero entero y no
tuvieseis dientes ni los cubiertos para trocearlo.
Para remediar en lo posible este problema, Desdentado se
acostumbró a arrebatar trocitos de comida de lo que estaban
masticando los cocodrilos vecinos, quienes, como eran sus
parientes, no se molestaban demasiado con esta forma de
proceder, aunque algunas veces había tenido problemas con alguno
que no tenía los modales tan agradables.
Sobre todo tenía problemas con un primo suyo, un cocodrilo
llamado Fanfarrón, que no era nada amable y siempre se enfadaba
con él. Menos mal que también había otro primo grandullón
llamado Mandíbulas grandes, que era muy bueno y le protegía
cuando estaba en apuros. También le cedía parte de su comida a
medio masticar y nuestro cocodrilo desdentado le estaba muy
agradecido.
En cierta ocasión pudo devolver el favor a su primo el
grandullón, pues nuestro cocodrilo Desdentado tenía muy buena
vista y veía de lejos estupendamente.
Pudo darse cuenta de que unos cazadores, que llevaban las lanzas
ya preparadas, estaban a punto de llegar hasta donde estaba su
primo Mandíbulas grandes, quien estaba dormitando la siesta
después de una buena comida.
Sin pensar en el peligro que él mismo podría correr, se abalanzó
en seguida hacia el sitio por donde venían los cazadores y los
hizo salir huyendo, asustándoles con su enorme cola, con la que
daba golpes a uno y otro lado hasta hacerlos huir de allí.
Por supuesto que todos los demás cocodrilos también se quedaron
admirados por la valentía del cocodrilo Desdentado, quien, a
pesar de no tener dientes, se había atrevido a enfrentarse con
los cazadores y a partir de entonces todos querían ser sus
amigos y darle comida a medio masticar. Entre ellos, también se
hizo amigo suyo el otro cocodrilo Fanfarrón, que a partir de
entonces, también le ayudó en todo lo que pudo.
Además de proporcionarle comida ya triturada, como premio por su
magnífica vista y a su valentía demostrada, le nombraron
vigilante del río y fue a partir de entonces un cocodrilo muy
feliz y bien considerado por todos.