Algo comenzó a moverse a la hora de la siesta. La mecedora donde
dormitaba, claro. Sin embargo, se mueve también el librero, se
caen los libros... ¡es un temblor! No puede ser. No lo tengo
agendado, luego no existe.
A ver... -de un brinco me hice de la agenda-. Hoy es 15. Acá
está, 15 de junio. 7, levantarse, 8, regaderazo, 9, tener
hambre, 10, desayunar, 11, comprar el periódico, 12, leerlo... 4
de la tarde: siesta. Dice siesta, no temblor. Siesta, lo que yo
estaba haciendo y voy a continuar desde la mecedora, y ya no
interrumpan.
Tuve suerte -me dijeron en el hospital-. Pero no quisieron saber
nada de mis historias.