Nació en la isla de Samos, actual Grecia, en el año 572 a.
C. y su curriculum se resume si decimos que fue filósofo y
matemático, aunque, leída su biografía, vemos que se le
atribuyen otras cualidades y actividades que, ahora, no
hacen al caso.
El pitagorismo fue un estilo de vida inspirado en un ideal
ascético y basado en la comunidad de bienes, cuyo principal
objetivo era la purificación ritual (catarsis) de sus
miembros, a través del cultivo de un saber en el que la
música y las matemáticas desempeñaban un papel importante.
Se atribuye a Pitágoras haber transformado las matemáticas
en una enseñanza liberal mediante la formulación abstracta
de sus resultados, con independencia del contexto material
en que ya eran conocidos algunos de ellos; éste es, en
especial, el caso del famoso teorema que lleva su nombre y
que establece la relación entre los lados de un triángulo
¿recuerdan? Sumando catetos que, previamente han sido
multiplicados por si mismos, se obtienen los cuadrados de
las hipotenusas.
Pero hoy, sumando catetos, multiplicados o no entre sí, ya
no se obtienen cuadrados de hipotenusas, sino más catetos,
muchos catetos, infinidad de catetos, y tantos catetos
obtenemos que ellos, si les dejamos al albur de sus propias
decisiones, desbaratan en un plis plas, la más digna y
efectiva base de las matemáticas: la suma.
Sí, señores, Pitágoras padece retortijones, no de risa, que
son de dolor, de pasmo y de incredulidad. Padece
retortijones al contemplar como se le desbarata la suma,
esencia de sus teorías.
El encomiable esfuerzo que para elevar a la generalidad un
teorema matemático a partir de su cumplimiento en casos
particulares tuvo que realizar, queda, a la vista de sus
descendientes (nosotros) como una soberana pérdida de
tiempo.
Hoy se ha enterado, el pobre Pitágoras, como todos nosotros,
que TRES MIL es igual a DOCENA Y MEDIA. Más retortijones.
Dieciocho son los años disfrutados (observen que digo
disfrutados dadas las condiciones de vida y las prebendas de
que gozan algunos hijos de puta) en la cárcel por un asesino
sinvergüenza y al que, en mi indignación, apenas le
reconozco derechos mínimos, condenado a tres mil años de
reclusión.
Y si Pitágoras padece de retortijones por el atentado que a
las matemáticas supone el cálculo ya expresado (tres mil
igual a dieciocho), imaginen como ha de padecer esa España,
aún decente, que fue salpicada, la mayoría indirectamente,
por la sangre de las victimas de semejante mal nacido pronto
en libertad.
¿Hay que hablar de la manifestación del día 4 de junio en
contra del pacto ETA-Estado? Sinceramente, No. Todo se
sobreentiende.