Érase un niño estudioso y aplicado en la escuela. Sólo que
gustaba de tener ideas propias. Una vez el maestro le pidió que
hablara sobre Ortega y Gasset. Y entonces, mientras buscaba en
su cerebro, el niño trató de ganar tiempo:
- ¿Con cuál de los dos comienzo? -preguntó.
Fue el fin del examen y pueden suponer qué calificación obtuvo.
Ya adolescente, viendo en una esquina figurar Ortega y Gasset,
llegó a la conclusión de que cada apellido correspondía a una de
las calles que hacían esquina, pues, para él, seguían siendo
personas distintas. Y así, dio cita a su novia: el sábado a las
cinco en Ortega y Gasset. Naturalmente, se desencontraron; y la
novia, cansada de dar vueltas y sin saber dónde esperarlo, acabó
yéndose con otro.
El joven quedó muy triste, ya no le consolaba ver la tele
comiendo hojuelas de maíz en leche azucarada. Se refugió
entonces en la actividad intelectual y, al cabo de un tiempo, se
recibió de licenciado con las más altas calificaciones. Su tesis
se tituló "De cómo los señores famosos llevan nombres de
calles."