En un principio, la impresión que da el asunto es la de que
estamos todos locos de remate. No, no se me asusten que ahora
les cuento... Veamos primero -para ir entrando en materia- a ese
ya incontable número de Agencias Inmobiliarias que encontramos
por doquier. Decenas, cientos o miles de ellas en cada
villorrio, pueblo o ciudad. Cada día, a cada paso, allá a donde
quiera que dirijamos la vista vemos alguna oficina de nuevo cuño
en cuyos escaparates figuran los clásicos cartelitos de fotos de
fachadas e interiores y cifras con muchos ceros en los que
pregonan sus mercancías.
Sabemos que, desde siempre, el asunto de la vivienda ha sido un
pedazo de negocio para las constructoras, las promotoras
inmobiliarias y, sobre todo, para los Bancos, sin olvidar,
naturalmente, a los diversos especuladores de suelo, entre los
que encontramos a los propios ayuntamientos, organismos en los
que ha habido muchos alcaldes y delegados de Urbanismo -"la
perita en dulce" de todo Cabildo- que, entre recalificaciones y
otros chanchullos, en los cuatro días que les ha durado el
chollo han hecho su agosto.
Pero, la cosa es que el asunto -con superior permiso de la
autoridad- se sale de madre. Miramos los precios de las
viviendas y vemos -sorprendidos e indignados- cómo, en los pocos
años que llevamos con la actual moneda, los mismos se han
transformados en cifras aumentadas un 60 ó 70 por ciento e
incluso dobladas. En los primeros tiempos de la transición de la
peseta al euro, era, sin duda, previsible un cierto aumento por
una mayor demanda -el dinero negro tenía que aflorar-, pero
pasados tres años de la finalización de los plazos legales para
el cambio de pesetas a euros y finiquitado ya todo el evento,
era poco imaginable que la cosa continuara de la manera que
todos estamos viendo y padeciendo. Pero ese fue el punto de
partida...
¿Un culpable de esta situación? No, no hay un solo culpable sino
muchos, y el principal de todos, nosotros mismos. El problema
parte de una de las más elementales leyes del mercado: la de la
oferta y la demanda. Sigue habiendo demanda, pues ahí están los
de siempre, los intermediarios -o sea, Bancos, ayuntamientos,
agentes inmobiliarios, etc.- para explotar y aprovecharse de tan
feliz coyuntura. Nos la están metiendo doblada y, jodidamente,
la fila de gente con los pantalones bajados crece y crece...
Ya apuntaba que la cosa comenzaba con el final de la peseta y la
necesidad de legalizar dinero negro. Unos pocos años de fuerte
demanda hace que se absorban todos los excedentes de viviendas
por parte de unos clientes no habituales. La fuerte demanda
comienza a revolucionar los precios. Algunos listorros se
percatan y comienzan a frotarse las manos. Porque esto sigue...
En los últimos tiempos -tiempos de una esplendorosa "España va
bien"-, casi el cien por cien de las parejas que van a contraer
matrimonio, por lo general ambos trabajando siquiera sea
precariamente, lo primero que disponen en sus planes es la
adquisición de una vivienda. Nada de alquiler ni de vivir con
los padres ni el tan clásico partidito, accesoria o habitación
en el patio de vecinos, ¡faltaría más! Los Bancos, locos por
seguir haciendo lo que siempre han hecho y mejor saben hacer,
venderte los duros a ocho pesetas, que acogen a los tortolitos y
a sus mentores inmobiliarios con los brazos abiertos. Hipotecas
a treinta años vista, sin avalistas, sin otras garantías de
bienes o propiedades, sin ni siquiera unas nóminas consolidadas.
Al fin y al cabo la garantía es la propia vivienda. Y, si a lo
largo de los treinta años de vigencia -treinta años, ¿se
imaginan?- ocurre la más que probable desgracia de que la
parejita no puede hacer frente a los vencimiento, ya tenemos el
cuadro perfecto para otro negocio. Ya sabe Vd. que los Bancos
son niños y no entienden de problemas ajenos...
Desgraciadamente, la cosa no tiene solución. A los gobiernos,
sean del color que sean, y aunque anden por ahí con el cuento de
promover los alquileres y subvencionar viviendas de treinta
metros, les interesa que la cosa siga así y que haya muchos
españolitos propietarios (a un dueño de casa se le tiene cogido
por los cojones a todos los efectos. Piensen...). A los Bancos,
otro tanto. Y no digamos de los últimos que se han subido al
carro, es decir, los agentes inmobiliarios, que con la
sustanciosa comisión obtenida por vender una sola casa al mes ya
tienen para pagar las rentas de sus impecables y bien situadas
oficinas, el sueldo de la secretaria, las comisioncillas de los
dos o tres "correcaminos" (gente joven que enseñan las fincas o
van por ahí de casa en casa preguntando a cada vecino "si es ahí
donde venden el piso") y aún le quedan unos miles de euros para
engrosar la cuenta corriente. Y claro, para estos -y para todos-
el negocio es mucho mejor negocio si la vivienda, en lugar de
los 90.000 euros que costaba ayer por la mañana, se vende en los
180.000 que van a pagar la parejita que van a verla esta tarde,
¿entienden?
Todo lícito, todo correcto, todo legal, pero estamos asistiendo
a la primera locura colectiva del siglo (después vendrán los
llantos). Y le seguirán otras, que no les quepan dudas... Allí
donde huela a sangre -dinero-, allí estarán los que se alimentan
y viven de ello. Esconda cuanto pueda el culo y... que Dios nos
coja confesados.