"Y me parece imposible hoy, en la sociedad
capitalista en que vivimos aún, que haya
una literatura que valga que pueda ser otra cosa
que una literatura de oposición. André Gide
El Congreso Internacional de Escritores de París, celebrado en
1935, tuvo su sentido más claro y preciso en la exaltación
individual de un escritor, de una personalidad literaria: André
Gide.
En dicho Congreso, André Gide, cuya personalidad literaria
representaba, efectivamente en Francia, quizá el más alto y puro
prestigio estético y moral de la inteligencia, hacía oír su voz
en defensa de la cultura con razones tales que bien merecerían
ser aquí íntegramente transcritas. Me limitaré, sin embargo, a
espigar una: "Somos algunos, somos muchos, los que no podemos
admitir que el amor al país natal se nutra, sobre todo, del odio
a los demás países. Respecto a mí, pretendo ser profundamente
internacionalista, sin dejar de ser profundamente francés". Su
defensa de la cultura vino a culminar en la esperanza de un
hombre nuevo. Y todo el sentido, la razón y el significado de
esa defensa, arraigarse para florecer y fructificar, en
definitiva, en el hombre, por el hombre, para el hombre. Para la
novedad -o nueva edad- del hombre; y por consiguiente, para la
libertad del hombre.
Gide fue una de las personalidades europeas que mayor influencia
ejerció durante las primeras décadas del siglo pasado.
Partidario de una libertad absoluta frente a la moral, sin
reconocer más freno que el sentimiento de la belleza, hizo un
panegírico del acto gratuito y de la homosexualidad. Contrasta
con el fondo inquietante de su pensamiento la intachable
corrección y precisión del estilo. Su impulso a la confesión y
su aspiración a la sinceridad le hicieron profundizar en el
autoanálisis y alcanzar así un amplio conocimiento de la
naturaleza humana.
André Gide nació el 22 de noviembre de 1869 en París.
Perteneciente a una familia de holgada posición económica, fue
educado en el más estricto puritanismo. Estudió en la Ecole
Alsacienne y en el Instituto Henri IV. En su primer libro; Los
cuadernos de Andre Walter (1891). Gide describió el religioso y
romántico idealismo de un desgraciado joven. Por esa obra se le
consideró simbolista, pero en 1894 comenzó a desarrollar un
estilo personal y propio. En Los alimentos terrestres (1897)
defendió la doctrina del hedonismo activo. A partir de ese
momento, sus obras estuvieron dedicadas a examinar los problemas
de la libertad.
La exigencia de libertad y la superación de sus antiguos
prejuicios se hicieron patentes en la novela El inmoralista
(1902), aunque el fondo puritano de Gide afloraría todavía, de
modo acerbado en la siguiente obra, La puerta estrecha (1909).
Muchos de los estudios críticos de Gide aparecieron en La
Nouvelle Revue Française, una revista literaria que contribuyó a
fundar en 1909 y que se convirtió en una publicación de gran
influencia entre los círculos intelectuales franceses. Gide se
convirtió entonces, para la juventud de la primera guerra
mundial y la de entreguerras en un reformador libre de la
sociedad y de su propio pasado.
Los sótanos del Vaticano, en la cual Gide ridiculizó la
posibilidad de la independencia personal completa, apareció en
1914 y fue el primero de sus trabajos atacado por anticlerical.
Pero hasta sus más fervientes críticos no dejan de reconocer su
gran categoría como estilista.
Hitos importantes en su vida y en su obra después de La sinfonía
pastoral (1919), último tributo a su pasado, lo forman el
tratado en forma de diálogo Corydon (1911), justificación de la
homosexualidad, y Si el grano no muere (1920), especie de
confesión a la vez impúdica y honesta destinada a la posteridad.
Respondiendo con la indiferencia a los escándalos que deparaba
su nueva personalidad, Gide se dedicó a redactar Los monederos
falsos (1925).
La preocupación sobre la responsabilidad moral individual le
llevó a ocupar cargos públicos. Después de haber ocupado puestos
municipales en Normandía, se convirtió en enviado especial del
ministerio para las Colonias en 1925-1926 y escribió dos libros
en los que denuncia el colonialismo Viaje al Congo (1927) y
Retorno del Chad (1928).
Su experiencia comunista, está resumida en Regreso de la U.R.S.S
(1936), donde arremete contra el régimen estalinista. Entre 1943
y 1953 apareció el Diario, interesante documento psicológico y
literario, una especie de aprendizaje a novelista. En 1946
ofreció al público el drama Teseo. Un año más tarde le fue
concedido el premio Nobel de Literatura. André Gide muere el 19
de febrero de 1951. Al año siguiente apareció su obra póstuma,
Así sea o la suerte está echada.
André Gide termina su defensa de la cultura, por así decirlo;
con acordes beethovenianos: por el dolor a la alegría: "Yo me
complazco en imaginar -decía el escritor francés-, en creer en
un estado social en que la alegría sea accesible a todos; en que
haya hombres a quienes la alegría pueda también engrandecer".